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Amando de Miguel

Retórica vana y divertida

Otro abuso retórico es lo de "metafísicamente imposible" para cosas que son simplemente difíciles. Hay muy pocas cosas en la vida o en la razón que sean metafísicamente imposibles. Pero el que dice una cosa así abruma al oyente o espectador

No hay más que sentarse delante del televisor o sintonizar la radio para deleitarse con el lenguaje de nuestros próceres, sean políticos, periodistas o tertulianos, entre otras especies. Por cierto, es fácil oír la confusión entre "especies y especias", que son cosas diferentes.

Una palabra de moda es "relato". Se aplica a casi todo lo que no es un relato. Al igual que los nuevos museíllos son ahora "centros de interpretación". Son voces que dan un cierto empaque cultural a lo que no lo tiene. Para empezar, la palabra "cultura" se refiere casi siempre a las artes escénicas. No es casualidad que es la que recibe más subvenciones.

Las noticias de sucesos llenan los espacios de noticias. Conviene dramatizar todo lo posible para mantener la atención del espectador o del oyente. Hay trucos. Por ejemplo, cuando hay una fuerte explosión, el cronista o locutor habla muchas veces de "deflagración". Quiere indicar que la explosión fue morrocotuda. Es una lástima, pues "deflagración" quiere decir que hubo llamarada pero no explosión.

Hay un latiguillo irritante por reiterado. Es el retruécano de decir, por ejemplo, "izquierdas, derechas y mediopensionistas" o "ricos, pobres y mediopensionistas". Es el truco retórico para hacer una gracieta y reclamar la atención de las fórmulas trinitarias. No digo que esté mal sino que se abusa demasiado de esa fórmula.

Otro abuso retórico es lo de "metafísicamente imposible" para cosas que son simplemente difíciles. Hay muy pocas cosas en la vida o en la razón que sean metafísicamente imposibles. Pero el que dice una cosa así abruma al oyente o espectador.

Otra imagen muy sobada es lo de "moneda de cambio". Se dice siempre con un tono despectivo para desacreditar una idea o una propuesta. No está muy claro qué moneda no sea para cambiarla por la cosa adquirida. Quizá solo las monedas de los coleccionistas no sean de cambio, si no se venden, claro está.

En los ejemplos anteriores, el error retórico está del lado de un propósito de intelectualizar el discurso. También se da el sesgo en la otra dirección, cuando se recurre, por ejemplo, a determinados vulgarismos. Saco a la luz estos dos porque me estragan de tanto oírlos: "irse de rositas"  (= evadirse de una obligación) y "comerse el marrón" (= cargar con un cometido desagradable). Ambas expresiones provienen de la jerga del hampa, pero ahora resultan simpáticas a nuestros próceres. María Antonieta gustaba jugar a pastores. Estamos en lo mismo. Lo vulgar da lustre.

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