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Emilio Campmany

La fiesta de la unanimidad

Cospedal debería haberse preguntado por qué el PP no obtiene en el País Vasco ni en Cataluña los resultados que logra en otras regiones

Los congresos de los partidos en España suelen ser una fiesta de la unanimidad. El que hoy ha arrancado en Sevilla, también. Tras las victorias electorales, no podría ser de otra manera. Juan Ignacio Zoido lo ha explicado muy bien: los que tienen primarias, mira en el lío en el que andan metidos. Lo peor de esta unanimidad no es que sea antidemocrática, es que el electorado la premia.

El caso es que María Dolores de Cospedal, en este ambiente ausente de disensiones, ha celebrado algo que es en parte el secreto del éxito del Partido Popular, el tener un mismo discurso en toda España. Esto no es exactamente así. Parece que lo es porque el PSOE ha hecho todo lo contrario, decir en cada sitio lo que los de ese sitio querían oír. Y, si es verdad que el PP no ha llegado ni mucho menos a tanto,

Cospedal, después de autoahumarse con el botafumeiro, debería haberse preguntado por qué el PP no obtiene en el País Vasco ni en Cataluña los resultados que logra en otras regiones. Podría haberse contestado que es porque en esos dos sitios hay tanto nacionalista y tanto independentista que precisamente el tener un discurso único para toda España perjudica al PP. Y que si el PSOE ha venido logrando buenos resultados en ambas comunidades ha sido por disfrazarse en ambos sitios de nacionalista. Y se ha terminado por comprobar que, a la larga, sirve de poco.

Pero Cospedal no se ha hecho esa pregunta. Al hablar de Cataluña, lo que ha hecho ha sido celebrar que Alicia Sánchez-Camacho haya logrado que el PP sea allí decisivo. Sin embargo, los resultados de la catalana en su región no han sido para tirar cohetes y su indispensabilidad se debe más a las matemáticas que a su genio político. Pero, lo peor es que, en Cataluña y el País Vasco, el PP no mantiene exactamente el mismo discurso que en el resto de España. Estaría haciendo eso si en un sitio estuviera María San Gil y en el otro nos encontráramos a Alejo Vidal-Quadras. Pero no es así. Tanto Antonio Basagoiti como Sánchez-Camacho han intentado que el mensaje del PP en sus respectivas regiones suene un poco más nacionalista de lo que suena fuera. No han llegado a hacer lo que Patxi López y Pasqual Maragall, ni mucho menos, pero han intentado esa vía. Y los resultados han sido desastrosos, peores que los de San Gil y Vidal-Quadras. ¿Entonces?

Más allá de las luchas entre las chicas, Mato, Cospedal y Santamaría, de tener que buscar un sitio para Esteban González Pons y de procurar que Arenas no mande mucho, podrían decidirse a hacer de verdad en Cataluña y en el País Vasco lo que dicen que están haciendo, esto es, tener el mismo discurso que en el resto de España. Y que la ETA lo vea y lo sienta.
 

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