El archivo del procedimiento penal contra el ex juez Baltasar Garzón por el patrocinio de sus conferencias en Nueva York ha encontrado en la cláusula de la prescripción del delito un resquicio que, si bien le salva de sentarse por tercera vez en el banquillo, no le ahorra el baldón por una conducta ciertamente bochornosa. El auto del Tribunal Supremo, firmado por el juez magistrado Manuel Marchena, recuerda que Garzón no se abstuvo del conocimiento de una querella contra uno de sus patrocinadores, el presidente del Banco Santander, Emilio Botín.
"Ese hecho tiene un significado jurídico incuestionable. Es la mejor respuesta de que el deber de abstención que le incumbía fue conscientemente infringido en gratitud por la generosa respuesta que el BSCH había realizado a su petición de ayuda económica", subraya en su auto el juez Marchena.
Difícilmente puede describirse una conducta más impropia de un juez. Que a Garzón lo haya salvado la campana de la prescripción (la denuncia de los abogados José Luis Mazón y Antonio Panea se presentó 25 días después de cumplirse la caducidad legal del posible delito) no le evita la exposición pública de sus vergüenzas. Condenado por prevaricación en caso de las escuchas ilegales a los abogados defensores de la trama Gürtel, Garzón ha vuelto a retratarse en una resolución judicial como un juez de prácticas chapuceras y clamorosamente ilegales, que no duda en pedir dinero, ¡y por escrito, rubricándolo con su nombre y su cargo de juez instructor de la Audiencia Nacional!, para las aventuras a mayor gloria de su desaforada ambición personal. El delito de cohecho implícito en la conducta probada por el Tribunal Supremo ha prescrito, pero la deshonra de Garzón se ha agrandado con este nuevo certificado de sus métodos.
El caso debe suscitar en las autoridades del Gobierno y del Poder Judicial una reflexión sobre la cláusula de prescripción en los casos de delitos imputados a jueces y otros altos funcionarios. Si Garzón no hubiese sido expulsado de la carrera judicial por el caso de las escuchas ilegales, ahora mismo podría volver a su puesto en el juzgado central de Instrucción número 5, pues la causa por el patrocinio de sus cursos ha quedado archivada y el ex juez sale impune. Después de lo que conocemos de su conducta al pedir dinero a empresarios a los que investigaba como juez, ¿podría sentirse alguien tranquilo con el señor Garzón dictando órdenes de registro o de arresto? El proverbio popularizado por W. Churchill recuerda que en un Estado de Derecho, si tocan a la puerta de madrugada, solo puede ser el lechero. En España, esa visita podría haber sido la de Garzón si no hubiese sido ya expulsado de la judicatura por vulnerar el derecho de defensa. Al final, los salvados por la campana hemos sido los ciudadanos y potenciales víctimas de este nefasto juez, que, afortunadamente, ya es historia.