Se equivoca Domínguez radicalmente. El empleo no es un problema de productividad. A ver si con un sencillo ejemplo hay manera de que se entienda: imaginemos que un fabricante de cualquier cosa (automóviles, digamos, para los que tienen problemas con la abstracción) se queja de que vende pocas unidades a un precio dado. ¿Será un problema de productividad o de que el precio es excesivo? Es decir, ¿no vende su mercancía porque su calidad es pobre o porque su precio es desmesurado? Se dirá que ambos factores influyen por igual ya que lo importante es su relación. Craso error. El precio determina la venta mucho más que la calidad por la sencilla razón de que es la variable con mayor margen de manipulación: cualquier bien económico, por poco útil que sea, podrá venderse si se baja lo suficiente el precio, pero no se venderá por ventajoso que resulte si está fuera del alcance del poder adquisitivo. Aparte de que reducir precios no es un voluntarismo tan estúpido como pretender alterar la calidad por arte de birlibirloque. En definitiva, se puede afirmar con la suficiente propiedad en el presente contexto que la venta de cualquier bien o servicio es una cuestión básicamente de precio y no de calidad.
El trabajo, como una mercancía más, obedece a las consideraciones anteriores y por ello la clave para acabar con el desempleo es meramente de costes laborales (legislación) no de utópicos incrementos productivos que, aunque imprescindibles para aumentar la riqueza, son de una relevancia secundaria en el problema del paro.
Naturalmente, los costes laborales hay que apreciarlos en global, y una gran rigidez del mercado puede verse más que compensada por unos salarios bajísimos. Eso es lo que explica el pleno empleo franquista, y no que en esa época el sistema productivo español fuera un prodigio de eficacia.
Pero Domínguez, heroico, seguirá fingiendo que no entiende nada para darnos ocasión de rebatir las burdas falacias socialdemócratas. Me quito el cráneo.
El señor Domínguez ha escrito: "Ergo, el problema es otro. Por más señas, y tal como acaba de señalar en este periódico el profesor Velarde, la productividad." Se equivoca usted. El profesor Velarde no establece que la causa del desempleo actual en España sea una bajada en la productividad relativa. Que la productividad (valor) de un trabajador sea baja implica que gane poca pasta. Si es alta gana mucha. Por otra parte, ya que el señor Domínguez cita un artículo del profesor Velarde en Libertad Digital yo cito un artículo del
profesor Rallo titulado "¿Por qué hay paro?" escrito el 30 de abril de 2011.
El señor Domínguez ha escrito: "Lo que por pereza crónica no se hizo en siglo y medio, se le reclama al Ejecutivo en el plazo máximo de un trimestre". No creo que el motivo haya sido la pereza crónica. El motivo ha sido más bien el socialismo (intervencionismo) crónico. España era y es profundamente socialista.
El señor Domínguez ha escrito que "Por eso, todo aquí se arregla de un plumazo redactando leyes y emitiendo reglamentos." Se equivoca usted si cree que eso es un comportamiento liberal. Derogar todas las leyes laborales sí es una política liberal.
El pleno empleo del tardofranquismo era, en gran parte, ficticio. Lo que pasaba entonces era que los "parados" -o sea, los que no conseguían empleo en España- emigraban, a Alemania, Suiza, Francia, etc.
El problema del paro es muy fácil de resolver. Sencillamente, se trata de dejar que el precio se regule por la oferta y la demanda. ¿Por qué hay paro? Por lo mismo que hay excedentes agrícolas: porque se ha impuesto un precio artificialmente alto. Cuando el gobierno fija un precio mínimo, se producen excedentes; cuando fija un precio máximo, se genera desabastecimiento (junto con un floreciente mercado negro). Sólo al precio de mercado todo el que quiere vender vende y todo el que quiere comprar compra. Para arreglar el paro, basta con eliminar todas las leyes, estatutos del trabajador, convenios colectivos, etc., suprimir la negociación colectiva, y dejar que los salarios se decidan por contratación individual. Despido libre, por supuesto. El despido ya es libre para el empleado, que se puede ir cuando quiera. La asimetría es absurda y escandalosa.
Se puede estar en contra del sistema capitalista y propugnar su abolición, pero lo que no se puede es aceptar el sistema y no aceptar sus consecuencias inevitables. En un sistema capitalista, el trabajo es una mercancía, y el trabajador no puede aspirar a más retribución que la que algún empresario esté dispuesto a pagarle por su prestación laboral. Si hay algunos, o muchos, que en estas circunstancias se quedan por debajo del nivel de subsistencia, la solución -dentro del sistema capitalista, insisto- no puede ser otra que la beneficencia, pública o -mejor aún- privada. Imponer por ley un salario más alto, que supuestamente garantice un nivel de vida digno, sólo servirá para generar desocupación.
Sensacionales los comentarios de KARATEKA y Orwell_M.
Sin duda la productividad es un elemento sustancial en la crisis que padecemos pero no la única. Cierto que el mercado laboral de ambos períodos tienen cierta similitud. No ha cambiado sustancialmente pero el contexto social y económico de los años 70 del siglo pasado con los actuales nada tiene en común. Por ejemplo, la productividad en sí no era alta pero los sueldos eran bajos, lo cual mejoraba nuestra productividad. De hecho, era frecuente el pluriempleo porque con un solo sueldo, un asalariado medio tenía un poder adquisitivo muy limitado. Recuerdo a mi vecino que era albañil, trabajaba por su cuenta, y era más pobre que nosotros porque mi padre tenía dos empleos. No hace mucho peones de albañil ganaban maś al mes que un médico de la seguridad social.
También la estabilidad en el empleo era muy alta. Tenía que haber cierre de negocio (por defunción, jubilación, ...) o que te pillaran robando para que te despidieran. Todo lo contrario que ahora.
Entonces había muchos emprendedores e emigrantes que regresaban a España con sus ahorros y montaban un negocio e invertían. Actualmente, los emprendedores parecen una especie en vías de extinción.
La gente tenía más tendencia al ahorro que al consumo, lo cual acaba teniendo sanas repercusiones en la economía. Antes de comprarse un coche o una vivienda, las parejas estaban años ahorrando para financiar lo menos posible. También obligados porque el crédito era muy caro.
En fin, que son épocas con legislación laboral más o menos parecida pero muy distintas en los demás aspectos. Lo que funcionó en un contexto muy determinado como es la España de los 70 no tiene por qué funcionar en el contexto de la España del siglo XXI. Es más, puede hasta ser fuertemente lesivo.
Me encanta Sr. García. Sobre todo sus apuntes históricos, para demostrar, sin recurrir a aburridas y fácilmente manipulables cifras, que toda esta paranoia y que reformista, como la de lo laboral, es pura paja. Podrá tener su utilidad para impedir que haya más desempleo, cosa que dudo, pero que la recuperación del mismo, viene más por otro camino. E incluso en TV, Antena3, he escuchado comentarios por el estilo. Claro que es más cómodo soltar cititas de Mises o del "edecán" de la Thatcher, el tal Hayek, y quedarse tan ancho ...
Pepe, no te vayas todavía...
eres casi el último rastro de vida inteligente en Barcelona, ¿quién va a quedar aquí sino para escribir la crónica de esta Decadente Ciudad Ciudad?
Pepe, déjate de artículos ya, son todos iguales, la decadencia tocó fondo con Visconti en La morte a Venecia, aplícate a las Memorias y después te largas de España como Vidal. Un torero debe morir en el ruedo. La viuda será atendida cumplidamente.
Estoy totalmente de acuerdo con Berdonio. El trabajo es una mercancía, y si se le impone un precio superior al de mercado habrá un exceso de oferta, o sea habrá excedentes invendibles, o sea habrá trabajadores que no conseguirán vender sus servicios laborales.
Por muy baja que sea la productividad, un empresario comprará los servicios de un trabajador si ello le resulta rentable. Y será rentable si la productividad del trabajador compensa su coste, es decir su retribución salarial. A baja productividad, bajos salarios, pero no paro. Habrá paro sólo si esos bajos salarios están prohibidos por ley.