El pasado martes 31, Florida zanjó aparentemente la cuestión del liderazgo en el pelotón de aspirantes a la candidatura republicana. Romney obtuvo una amplia victoria, pero no echó fuera a su principal contendiente, Gingrich, que salió con mayor rencor todavía del que entró.
Gracias a sus éxitos en los debates y votos en Carolina del Sur, el ex portavoz republicano le dio la vuelta a las encuestas y se puso en cabeza, pero no volvió a brillar en los debates que hacían los números 18 y 19 y su inversión de cinco millones de dólares, que lo ha dejado en números rojos. No pudo contrarrestar la de diecisiete millones de Romney en anuncios en su contra, algunos injustos, y las tornas volvieron a cambiar en muy pocos días, mostrando una vez más la volatilidad del ciclo en curso.
Cierto es que en Florida hubo varios cientos de miles de votos anticipados, que no pudieron estar influidos por las hazañas de Gingrich en la anterior primaria, pero las encuestas de salida mostraron que el exgobernador ganó en prácticamente todos los cortes de población, lo que los americanos llaman demographics: por edad, nivel cultural, económico, origen étnico etcétera. En cuanto a las identificaciones ideológicas, acortó distancias con Gringrich entre los "muy conservadores". Gingrich venció en un mayor número de condados, pero Romney lo batió en las grandes concentraciones urbanas.
Los resultados alivian la presión sobre el liderazgo del partido, que considera a Gingrich perdedor seguro en las generales. Han puesto sordina a las voces que empezaban a reclamar que el partido animase a lanzarse al ruedo a un candidato de mayor estatura. Si recurrieran a esa dificilísima opción, cuanto antes mejor.
Si la volatilidad vuelve a imponerse, cuanto más tarde, más difícil. Queda, además, el temor de que los delegados lleguen tan divididos a la convención, que ésta tenga que ser intervenida o gestionada (brokered) por el aparato del partido, sacándose, a última hora, un candidato de la manga. La confirmación de Romney, convalidada de nuevo en el caucus de Nevada, el sábado 4 de febrero, aleja la primera posibilidad –actuar ya- pero no acalla la inquietud que comparten los votantes del partido, pues cerca de la mitad expresan su insatisfacción con el lote dentro del que tienen que elegir.
Quizás por eso mismo, Florida ha presentado otro rasgo inquietante, de nuevo repetido ayer en Nevada: una participación inferior a la de los comicios del 2008.
Desde luego, la gloriosa movilización conservadora de las elecciones del medio mandato del 2010 se ha esfumado y con ella el movimiento del Tea Party, que es el gran ausente de este ciclo. Su única personificación la ostentaba Michele Bachman, que se retiró tras la primera consulta, el caucus de Iowa. Si el entusiasmo se desinfla y las condiciones económicas continúan su lenta mejoría, especialmente en lo que a empleo se refiere, Obama lo puede tener muy fácil.
En las muy variadas consultas de febrero, siete en total, Romney cuenta con la ventaja del dinero y la organización, pero no lo tiene todo a su favor.