Colabora
José García Domínguez

El parto de Frankenstein

Europa ya ha transferido un trece por ciento del PIB continental a la banca privada. Y la sangría del bolsillo del Leviatán todavía no ha acabado

La madre de todas las reformas, esto es la del sistema financiero más sólido del mundo, parece que va a ser aprobada en el próximo Consejo de Ministros. Sobre el particular coexisten dos doctrinas desde que, allá por 2007, George Bush y el Partido Republicano fundaran los Estados Unidos Socialistas de América. La primera consiste en colectivizar las pérdidas de los bancos, transfiriendo el coste íntegro de su rescate a los contribuyentes. La segunda, también. En puridad, llámense  plan Paulson, banco malo o decreto Guindos, la única diferencia entre ellas es nominal. Porque, de modo franco o emboscándose entre enmarañadas fantasías de la ciencia ficción contable, ambas comparten idéntico principio filosófico: dinero (público, of course) a cambio de basura.

Así las cosas, a día de hoy Europa ya ha transferido un trece por ciento del PIB continental a la banca privada. Y la sangría del bolsillo del Leviatán todavía no ha acabado. De ahí, por cierto, ese innovador negocio que tiene ocupado el talento de nuestros genios de las finanzas: recibir dinero del BCE al uno por ciento y prestárselo luego al Gobierno al seis. Aunque, aquí, parece cuajar el cuento de hadas de que el lance nos saldrá gratis total. Pues, fiel a una ancestral tradición castiza, el Banco de España acaba de descubrir el ungüento amarillo: las fusiones. Las entidades saneadas adquirirán –se nos dice– a los zombis, y todo arreglado. Constituye un misterio, sin embargo, por qué lo van a hacer. ¿Quién compra problemas – y gordos – a cambio de nada?
 
La respuesta es bien simple: alguien que sabe garantizado por el prójimo el riesgo de las perlas adquiridas. Con el añadido, eso sí, de que la fórmula de Mafo clarificará el problema del crédito. Antes, unos bancos prestaban y otros no. Ahora, no prestará ninguno. Los absorbidos, por difuntos. Los absorbentes, por la necesidad de digerir y provisionar las pérdidas. Y todo para dar a luz nuevos monstruos de Frankenstein: enormes dinosaurios sistémicos ajenos, por su germinal elefantiasis, a cualquier disciplina de mercado. Ante idéntico panorama, la Comisión Bancaria de Inglaterra ha propuesto justo lo contrario: fraccionar, partiéndolos por la mitad, a Lloyds y RBS, dos mastodontes de la City nacionalizados.  ¿Pero qué van a saber esos británicos de banca? 

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