El Pentágono ya ha empezado a dar las primeras cifras. Tres semanas después de que Obama presentara la "nueva orientación estratégica de Estados Unidos", el secretario de Defensa, Leon Panetta, ha concretado en qué consistirán los próximos recortes en el presupuesto del Pentágono. Serán 487.000 millones de dólares menos en los próximos 10 años, 259.000 millones de ellos en el quinquenio que empieza. El Ejército pasará de 562.000 a 490.000 efectivos y el Cuerpo de Marines de 202.000 a 182.000, cifras que deberán alcanzarse en el 2017. Se eliminarán seis escuadrones tácticos de la Fuerza Aérea, los F-35 no entrarán en servicio hasta el 2017 y serán menos de los previstos, y al menos una docena de naves de la Armada se retirarán antes de tiempo. Dos de las cuatro brigadas desplegadas en Europa volverán a casa, en total unos 10.000 efectivos, y se cerrarán bases militares en territorio norteamericano y presumiblemente también fuera. También se limitarán las subidas salariales.
El mensaje está claro: la Administración norteamericana apuesta por las capacidades y no por el tamaño de la fuerza. Por eso enfatizará en el desarrollo de aviones no tripulados, en las fuerzas especiales y en un armamento de nueva generación. La premisa es que las guerras futuras requerirán nuevos sistemas de armas en vez de más "botas en el terreno". Y porque en caso de necesitar más tropas, éstas son fáciles de encontrar, de reclutar y de movilizar, mientras que la tecnología necesita mucho más tiempo para su desarrollo.
Un argumento que, sin embargo, puede ser erróneo. La necesidad de menos capital humano es algo se ha escuchado en más de una ocasión tras la conclusión de la Guerra Fría y al final todos los presidentes norteamericanos han tenido que enviar miles de militares al teatro de operaciones, incluido Obama con las 70.000 tropas adicionales a Afganistán. La tesis de que la próxima vez va a ser diferente no es válida.
Por otro lado, el supuesto de que es relativamente fácil reclutar y formar buenos militares en poco tiempo es muy arriesgado. Significa restarle valor a toda la carrera militar, a la formación de líderes, a la experiencia. En la última década, los conflictos que han vivido las fuerzas norteamericanas les han ayudado a refinar su formación, sus doctrinas, sus técnicas y sus teorías como nunca antes. Ahora esto no tiene valor porque hay que reducir costes y lo más fácil es empezar por el personal, olvidando que para los avances tecnológicos se necesita gente y preparada.
La apuesta por las fuerzas especiales también excede lo razonable. Nunca podrán sustituir a todo el instrumento militar y tampoco está claro que un pequeño grupo de efectivos altamente calificados pueda sostener un ritmo operativo que va en aumento. El Pentágono tendría que darle una vuelta más a sus planes si realmente aspira a que Estados Unidos se convierta en el principal garante de la seguridad de Asia Pacífico en 2020.