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Agapito Maestre

Entusiasmo democrático

La confianza que le hemos otorgado a Rajoy ya da algunos frutos. El discurso del ministro de Justicia profundiza y desarrolla nuestra democracia. Este político cree en lo que dice y, además, cumple el programa de su partido

Quienes hayan creído que la democracia es solo un sistema de selección de élites políticas, en mi opinión, se equivocan totalmente. No se trata de un quítate tú para ponerme yo. Es algo más. Las nuevas élites tienen que demostrar cada día su voluntad de traer más y mejor democracia. Eso es el régimen democrático. En la anterior etapa, y cada día que pase lo veremos más, la democracia retrocedió décadas en España. Por fortuna, ha comenzado un nuevo período democrático. Pruebas hay por todas partes, a pesar del triste comienzo de la subida del IRPF. Por ejemplo, las declaraciones de Ruíz-Gallardón, en ABC, traen entusiasmo democrático a este cronista. Hay en esta entrevista algo más que palabras y discursos, que son siempre importantes, también hay un espíritu de aire fresco, de regeneración seria y digna de una democracia avanzada.

Por lo tanto, creo que la confianza que le hemos otorgado a Rajoy ya da algunos frutos. El discurso del ministro de Justicia profundiza y desarrolla nuestra democracia. Este político cree en lo que dice y, además, cumple el programa de su partido. Del conjunto de esa entrevista, así como de su comparecencia el miércoles pasado en el Congreso, se desprende una voluntad de regeneración democrática en sí misma ilusionante, pero, sobre todo, es plausible. Todo lo que manifiesta  el ministro de Justicia está lleno de sentido común, es decir, político.  Es suficiente alguien con sentido común para acabar de un tajo con toda la morralla ideológica y, a veces, totalitaria del zapaterismo que pretendía hacer depender toda la justicia de la santa voluntad del Ejecutivo.

Dos frentes aborda Ruíz-Gallardón para mostrar su espíritu reformista: por un lado,  habla de traer y reformar nuevas leyes; pero, por otro lado, se preocupa por la buena gestión y el funcionamiento cotidiano, normal de lo que hasta ahora funciona a trancas y barrancas. En fin, todo lo que dice Ruíz-Gallardón no sólo es creíble, sino que es ya un hallazgo democrático que lo diga y trate de justificarlo con sobrados argumentos y razones. Por otro lado, la política de nombramientos del ministro avala su estructurado discurso. Ejemplo máximo de esa política lo representa el nombre del nuevo Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce. A quien el propio ministro promete autonomía. No es poco, aunque habrá algún ignorante que le exija independencia al Fiscal -algo casi imposible, por otro lado, en casi todas las democracias occidentales-, porque nuestro Ministerio Fiscal se rige constitucionalmente por el principio de jerarquía, que, como sabe cualquier jurista normal, implica subordinación, o sea, exactamente lo contrario a la independencia. No hablemos pues de independencia. Es suficiente que nuestro Fiscal General del Estado, dicho llanamente, actúe de acuerdo a los principios de legalidad e imparcialidad exigidos por nuestra Constitución para saber que estamos ante un Fiscal democrático.

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