Quiero que mi Gobierno me exija antes esfuerzo e iniciativa que sacrificio y resignación. Eso es realismo. Y un sueño es pedir que todo siga igual que antes de la crisis.
Agapito Maestre
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berdonio dijo el día 25 de Enero de 2012 a las 18:03:
El señor Maestre lleva razón en una cosa: la crisis son asuntos políticos. De exclusiva gestación política. Es imposible que la cooperación voluntaria entre individuos en un marco de respeto a la propiedad privada y los contratos haga encallar el sistema productivo en un bajío de deudas, ineficiencia y distorsiones.
Nos dice que los problemas que ha causado la política o se atajan políticamente o acaban siendo peores. La lógica sobreentendería que nos está animando a no desentendernos, a corregir a la infame casta política cuya coacción nos ha conducido al desastre. Pero va a ser que no. El trasfondo del artículo parece ser una loa al (buen) gobierno y a la política, es decir, a la coacción, que deberemos aceptar proactivamente como fieles esclavos si sabemos lo que nos conviene. Se echa de menos algún apoyo lógico a tan lapidaria abnegación, más allá de la somera confusión de lo social con lo político, pero tampoco: es bien sabido que todo rebaño de ovejas necesita un pastor. Punto pelota.
Pero lo que de tales chambelanadas más me indispone el estómago, un poquito, es esa ligera reprimenda, entre condescendiente y vivificante, que el catedrático dedica a la sociedad civil irresponsable y hedonista. Porque no era la sociedad la que tapaba las preocupaciones por las deudas, sino la política. Con tipos reales negativos hay que ser idiota para no endeudarse.
Y yo no veo a nadie muerto de miedo. Nos hemos vuelto muy nenazas, pero crisis eran las hambrunas del pasado que erradicó el capitalismo salvaje. Crisis debió ser el frente de Stalingrado, a veinte bajo cero, comidos por los piojos y zambombazos por todos lados. Pasarse de melodramático puede ser una crisis, pero de las ternillas.
No les anime, maestro; ya sabemos lo que pasa cuando el gobierno nos pide esfuerzos: más impuestos.
El señor Maestre lleva razón en una cosa: la crisis son asuntos políticos. De exclusiva gestación política. Es imposible que la cooperación voluntaria entre individuos en un marco de respeto a la propiedad privada y los contratos haga encallar el sistema productivo en un bajío de deudas, ineficiencia y distorsiones.
Nos dice que los problemas que ha causado la política o se atajan políticamente o acaban siendo peores. La lógica sobreentendería que nos está animando a no desentendernos, a corregir a la infame casta política cuya coacción nos ha conducido al desastre. Pero va a ser que no. El trasfondo del artículo parece ser una loa al (buen) gobierno y a la política, es decir, a la coacción, que deberemos aceptar proactivamente como fieles esclavos si sabemos lo que nos conviene. Se echa de menos algún apoyo lógico a tan lapidaria abnegación, más allá de la somera confusión de lo social con lo político, pero tampoco: es bien sabido que todo rebaño de ovejas necesita un pastor. Punto pelota.
Pero lo que de tales chambelanadas más me indispone el estómago, un poquito, es esa ligera reprimenda, entre condescendiente y vivificante, que el catedrático dedica a la sociedad civil irresponsable y hedonista. Porque no era la sociedad la que tapaba las preocupaciones por las deudas, sino la política. Con tipos reales negativos hay que ser idiota para no endeudarse.
Y yo no veo a nadie muerto de miedo. Nos hemos vuelto muy nenazas, pero crisis eran las hambrunas del pasado que erradicó el capitalismo salvaje. Crisis debió ser el frente de Stalingrado, a veinte bajo cero, comidos por los piojos y zambombazos por todos lados. Pasarse de melodramático puede ser una crisis, pero de las ternillas.
No les anime, maestro; ya sabemos lo que pasa cuando el gobierno nos pide esfuerzos: más impuestos.