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Francisco Capella

Manuel Vicent contra Margaret Thatcher

Vicent ha perpetrado un lamentable panfleto en el que atribuye a la Dama de Hierro, de forma patosa y bastante estúpida, todo tipo de maldades, como que es “la dama que soltó los perros de la codicia”.

Parece que al escritor Manuel Vicent no le cae especialmente bien Margaret Thatcher. Pero en lugar de discutir con un mínimo de sustancia sus ideas económicas y políticas, ha perpetrado un lamentable panfleto en el que atribuye a la Dama de Hierro, de forma patosa y bastante estúpida, todo tipo de maldades, como que es “la dama que soltó los perros de la codicia”. Según Vicent para ella las personas son “hormigas y piojos humanos… hoy sometidos al paro más despiadado”, y “es la principal responsable de su miseria”. Ese paro tan despiadado en Inglaterra es aproximadamente la tercera parte del paro español (por eso muchos emigran hacia allá), y disponen de seguro de desempleo. Por qué Thatcher es responsable de “tanto” paro brilla por su ausencia en el artículo. 

“Margaret Hilda Roberts aprendió en la tienda familiar desde niña que el género humano es solo una clientela y que se divide en dos: unos clientes son serios, honrados y laboriosos, lo que les permite pagar la compra al contado; en cambio, a otros su padre tenía que fiarles porque se pasaban el día en la taberna y esperaban que el Estado les resolviera los problemas con subsidios y esas cosas, hasta que hubo que retirarles el crédito para cortar por lo sano.”

Seguro que para Thatcher todos los humanos son solamente clientes: ¿sus hijos?,  clientes; ¿su marido?, otro cliente; ¿sus amigos?, más clientes; ¿sus conciudadanos?, clientes desconocidos. Y este escritor tal vez no entiende que a quienes se puede fiar es a los compradores serios, honrados y laboriosos. Con los otros se corre el riesgo de no cobrar nunca.

Para Vicent el Partido Conservador tras la Segunda Guerra Mundial era “un clan lleno de machistas, gentes de casta, viejos lores, aristócratas cacatúas y herederos mantecosos, cuyas mujeres permanecían en casa dando órdenes a los criados después de montar a caballo por la pradera”. Seguro que los conoció personalmente y por eso nos brinda esta valiosa y objetiva información en la que tal vez ha incluido algún toque de desprecio sin que casi se note.

¿Qué características tenía esta mujer para ser un personaje tan relevante? “Todo el secreto de la Dama de Hierro fue que defendió en economía las cuentas de la vieja con suma entereza y obstinación”. Además, “mantener siempre muy alta una moral de combate” y “no permitirse nunca una duda”. Ese fue todo su secreto: contabilidad obstinada, nada de dudas y moral guerrera. Un genio del análisis humano, este Vicent, que insiste: “como secretaria de la Seguridad Social… practicó las mismas artes que la zorra realiza en un corral de gallinas”. O sea que Thatcher fue una despiadada asesina de pobres gallinas indefensas. Su lucha por la libertad humana no aparece por ningún lado.

Y es que para ella, siempre según este fino pensador, “el mercado lo es todo. El mercado se corrige a sí mismo, se purifica expulsando de su seno a los débiles y a los holgazanes. El Estado no está para ayudar a los ciudadanos. Cada uno es responsable de sí mismo”. Si el mercado lo es todo, entonces no hay nada más: ¿cómo es que Thatcher fue primer ministro de un... Estado? Sí que es cierto que el mercado se corrige... si le dejan, que a los políticos les encanta intervenir y meter mano en todo lo que pueden. Los que suelen salir perdiendo en la sociedad libre y el mercado son quienes no sirven a los demás de forma competente y competitiva: los débiles son atendidos por sus familiares, amigos y gentes de buena voluntad, y los holgazanes intentan parasitar a los demás mediante el aparato estatal, ese que no existe porque el mercado lo es todo, pero totalmente todo. El Estado, no hay más que verlo, es obvio que no ayuda a los ciudadanos, o al menos a todos ellos: muchos suelen preferir que les dejen  en paz; naturalmente no aquellos que pretenden que su bienestar es responsabilidad de todos los demás, y como no saben pedir ayuda, pues la exigen por la fuerza.

Margaret Thatcher entronizó “el neoliberalismo más salvaje”: porque el respeto por la propiedad privada y el cumplimiento de los contratos es algo salvaje, claro, y mucho. “Fue el gran festín del librecambio con los perros de la codicia humana ladrando en el corazón del dinero. Pero aquella fiesta se convirtió en el baile maldito de esta durísima crisis económica”. Qué finura: hormigas, piojos, y ahora perros ladrando: pero, ¿también mordiendo?

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