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EDITORIAL

ETA: de lo evidente a lo interpretable

María San Gil, Regina Otaola, Ortega Lara, Santiago Abascal, Nerea Alzola... Demasiadas voces valiosas silenciadas como para pensar que todo en el nuevo Gobierno apunta al sitio correcto.

Vayamos de lo evidente: que ETA no se disuelve ni se desarma ni se arrepiente, a lo interpretable: qué se propone el presidente Rajoy con la herencia envenenada del llamado proceso de paz.

Las últimas detenciones en Francia confirman que ETA sigue armándose, y la extorsión a pequeños comerciantes del País Vasco, que no ha dejado sus métodos mafiosos aunque haya dejado, de momento, de matar y secuestrar. ¿Por qué iba a dejar de amedrentar, si el negocio del terror le ha servido para llegar al poder y sentarse a la mesa con el Estado? El de ETA es un caso de libro de la eficacia política del terrorismo en una sociedad que se niega a sí misma. No tendría sentido que la banda terrorista se disolviera y se declarase compungida por sus crímenes precisamente ahora, cuando lo ha conseguido casi todo y solo le falta poner a uno de los suyos en la presidencia del Gobierno autonómico vasco. Forzar un proceso de autodeterminación desde esa institución será para ETA más fácil, limpio, rentable y práctico que hacerlo con el tiro en la nuca, las bombas y los secuestros. Estos métodos ya han cumplido sobradamente su función. Cerca de mil españoles habrán muerto en vano gracias a ellos.

Menos evidentes resultan los planes del nuevo Gobierno sobre la banda. 

Aparentemente, los signos alientan una claridad moral y sugieren un rumbo marcado con firmeza hacia una derrota sin ambages de los terroristas.

El presidente lanzó el mensaje correcto en su discurso de investidura, cuando dijo a los diputados de Amaiur: "Yo, a ustedes, no les debo nada". Con la misma resolución, se ha relevado a la cúpula policial manchada por casos como el del chivatazo al aparato de extorsión de ETA en el bar Faisán; se ha nombrado fiscal general del Estado a un jurista independiente donde antes había un servidor gubernamental dispuesto, como él mismo dijo durante la negociación con ETA, a "mancharse la toga con el polvo del camino"; y se ha designado como delegado del Gobierno en el País Vasco al señor Carlos Urquijo, que en sus primeras declaraciones públicas ha hablado de reforzar la presencia de la Policía y la Guardia Civil en dicho territorio.

¿Todo ha sido tan prometedor? Por desgracia, no; también hemos visto al presidente del PP vasco, señor Basagoiti, reunirse con Bildu; al irremediable secretario de su partido, el señor Oyarzábal, hablar de víctimas y verdugos en términos de equiparación moral; al ministro del Interior reunirse con el señor Zapatero para hablar de ETA en unos términos que siguen siendo ocultados a la opinión pública; por no mencionar el hecho, lacerante, de que el señor Abascal acabe de renunciar a su acta de diputado en el Parlamento vasco.

María San Gil, Regina Otaola, Ortega Lara, Santiago Abascal, Nerea Alzola... Demasiadas voces valiosas silenciadas como para pensar que todo en el nuevo Gobierno apunta al sitio correcto. En relación con la banda ETA, ese lugar no es otro que su derrota inequívoca y sin concesiones.

De ETA conocemos perfectamente su rumbo y podemos seguir con claridad sus pasos. La novedad, para los españoles, es que, por primera vez, con un Gobierno del PP, todo parece propicio para derrotar a ETA. Y sin embargo...

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