Entre las frases más notables de los nuevos ministros, ha de esculpirse en granito rosa la de José Ignacio Wert cuando, nada más tomar posesión, dijo que el Gobierno “no va acabar con las subvenciones a la cultura, pero sí con la cultura de la subvención”. El retruécano es brillante, pero trae pésimas noticias para nuestros bolsillos, pues significa que se va a intentar acabar con la sensación de que la cultura está subvencionada, pero se va a seguir subvencionando, naturalmente, con el único dinero disponible, el nuestro. Por otra parte, parece poco probable que el Gobierno pueda acabar con la cultura de la subvención a base de subvencionarla, aunque en este país mágico todo es posible.
El día del impuestazo, el Gobierno, con un par, decidió acabar con una de las muchas zapateradas que heredaron, una cosa llamada renta básica de emancipación y que consiste en pagarle a jóvenes de entre 22 y 30 años 210 euros al mes durante cuatro años para el alquiler de una vivienda además de un préstamo sin intereses de 600 euros para la fianza y 120 más a fondo perdido para el trámite del aval bancario. Sin embargo, el decreto que acabó con la subvención lo hizo manteniendo las que ya se estuvieran pagando. No he logrado averiguar cuánto cuesta al año, pero lo que sí sé es que, en los países del Norte de Europa, se pueden quedar ojipláticos y perléticos cuando se enteren de que aquí, que se supone que no hay dinero para nada, todavía queda para pagar rentas básicas de emancipación porque no hay valor para dejar de pagar lo que Zapatero subvencionó.
Luego, me entero por el ABC que la Junta de Andalucía ha recurrido a no sé qué trampa contable para que pagos que deberían haberse hecho en 2011 a cuenta del presupuesto de ese año no sólo se retrasen, sino que, cuando finalmente se paguen, lo hagan con cargo al de 2012. De esta manera parecerá que la gestión socialista ha sido capaz de contener el déficit del año pasado mientras que la del Gobierno que salga de las elecciones de marzo aparentará ser tan torpe como para haber engordado el del corriente. Lo accesorio de la noticia es, sin embargo, lo que a mí me ha llamado más la atención. Me refiero a que la suspensión de pagos ordenada para trasladar contablemente deudas de un año a otro, admite varias excepciones, entre otras ¿lo adivinan? las subvenciones. “Toíto, toíto te lo consiento, mi arma, menos que dejes de pagar las subvenciones; ésas, ni tocarlas”. Y, mientras, las empresas y autónomos que tendrían que estar dando trabajo a los subvencionados, sin cobrar sus servicios a la Junta y que les den, que bastante tienen con ser ricos. Cuestión de prioridades.