Ayer estaba "convocada" una especie de cierre patronal de distintos y conocidos servicios Web, para protestar contra la posible aprobación en EEUU de la llamada ley SOPA, el alter ego de nuestra ley SINDE en aquel país. Para ser preciso, más bien lo que ocurría es que dichos servicios Web habían anunciado que cerrarían en señal de protesta. Entre otros, se sumaban a la iniciativa Google, Facebook, Twitter o Wikipedia.
Pero lo cierto es que a la hora de la verdad, solo uno de tantos mantuvo su amenaza (Wikipedia). Los demás decidieron explicitar de una forma u otra su protesta, pero no llegaron a interrumpir la provisión de servicios en momento alguno. Hubiera sido algo sin precedentes: ¿alguien se imagina un día sin Google? ¿O sin Facebook?
El caso es que los interesados sí debían de poder imaginar un día sin Google o sin Facebook. Y también sus consecuencias. ¿Qué hubiera pasado esta mañana sin Google? Pues que la mayor parte de los internautas se hubieran ido a Yahoo o a otro portal abierto para realizar su búsqueda. Y sí, es muy posible que muchos hubieran vuelto al día siguiente con su Google de toda la vida. Pero, ¿y si no?
En el mundo de Internet, los competidores están a tan solo un click. La fidelización de años se puede echar a perder en cuestión de segundos, tan solo porque el servidor se ha colapsado. Imagínense los efectos de un día entero sin servicio. Así las cosas, es muy difícil que el emprendedor pueda sacar beneficios de un cierre patronal.
Todo ello permite constatar una de las diferencias fundamentales entre empresario y trabajador, y que, contra lo que se suele pensar, coloca al primero en una situación de debilidad. El trabajador que hace una huelga se toma un día de descanso y sabe que al día siguiente le estará esperando su puesto de trabajo, como si nada hubiera pasado. O casi.
El empresario que se embarca en una aventura similar, se puede encontrar que al día siguiente nada es igual, pues ha perdido la confianza de sus clientes. En el mejor caso, habrá perdido un día de ventas que ya no se puede recuperar de forma alguna.
Los emprendedores anticipan y comprometen los recursos que creen necesarios para suministrar servicios por los que piensan que podrán cobrar a sus clientes lo suficiente para recuperar los recursos invertidos. Pero, una vez comprometidos y anticipados esos recursos, su destino queda en manos de los clientes. Y si hacen cierre patronal, no recuperarán ninguno de los recursos anticipados durante el tiempo que dure el cierre.
Por todo ello, un cierre patronal no es una decisión tan fácil como una huelga, ni siquiera con una ley SOPA en el horizonte. Estamos acostumbrados a que los sindicatos de los distintos sectores vayan a la huelga con relativa facilidad y por causas poco comprensibles para el ciudadano medio. Si hubieran sido los sindicatos los amenazados por la ley SOPA, hoy no hubiéramos tenido Internet en ningún lugar del mundo.
Sin embargo, el fracaso de esta convocatoria contra la Ley SOPA es la prueba de lo difícil que resulta para el empresario hacer lo mismo, incluso ante una causa bien justificada y con potenciales efectos demoledores para el futuro de su negocio.
Y ahora pregúntese: ¿quién tiene más poder, el empresario o el trabajador?