Políticos y palabras
En la etiqueta de “anís del Mono” figura una especie de homínido, cuyas facciones coinciden asombrosamente con las de Rubalcaba. Lo más notorio es que en la etiqueta se lee: “Anís del Mono es el mejor y la ciencia lo dijo. Y yo no miento”.
Se abre una nueva era para el análisis de la política a través del lenguaje. De momento, a Rajoy lo tenemos secuestrado simbólicamente a los efectos del discurso político. En su lugar aparece la gran "visira" y portavoz, Soraya. Tiene un nombre propio tan característico que pronto nos olvidaremos de su compuesto apellido. Estoy recogiendo datos para un estudio de la facundia, entre leguleya y politiquesa, de Soraya. Por ejemplo, repite una y otra vez lo de "ámbito". Es una palabra tan polisémica como en su día fue "tema". Cuando la polisemia es abundante, el resultado es que la palabra en cuestión llega a no significar nada. Es de lo que se trata.
Agustín Fuentes cita la autoridad de José María García para calibrar la conducta de Rajoy: "Lo malo es que por donde pasa no limpia. Y lo bueno es que por donde pasa no ensucia". Es decir, Rajoy o la incertidumbre. No caigamos en el tópico de conceder 100 días de gracia a Rajoy para empezar a criticarlo. Eso de los "100 días" fue un truco de F.D. Roosevelt para imponer los decretos del "New Deal" en la crisis de los años 30. Llegó a un acuerdo con los periodistas, entonces todos varones y con sombrero. Durante los primeros 100 días de su mandato, el Presidente prometió que cada día dictaría nuevas normas para planificar la economía. En el entretanto F.D.R. se asomaría a la radio para mantener las famosas "charlas junto a la chimenea". El acuerdo de los periodistas es que serían benévolos con el nuevo presidente. Así que, si se acepta la costumbre de los 100 días de gracia, habría que exigir a Rajoy que se asomara a la radio y a la tele para explicarnos en directo sus planes de reforma. Espero esa epifanía rajoyana para poder analizar su lenguaje como presidente.
Una cosa me llama la atención con el cambio de Gobierno. Los mandamases de uno y otro partido (de los dos con posibilidad de gobernar) se echan en cara recíprocamente que los oponentes son unos mentirosos. La cosa empezó con la famosa frase de Rubalcaba: "No nos merecemos un Gobierno que nos mienta". No hace falta ser freudiano para adivinar que esa frase era proyectiva. En efecto, nadie más mentiroso que Rubalcaba, lo que le ha dado una imagen de inteligente. A este respecto se puede recordar que en la etiqueta de "anís del Mono", tan española, figura una especie de homínido, cuyas facciones coinciden asombrosamente con las de Rubalcaba. Lo más notorio es que la divisa que lleva la etiqueta es esta: "Anís del Mono es el mejor y la ciencia lo dijo. Y yo no miento". De momento la polémica entre los dos partidos es quién ha mentido más en la estimación del déficit público que ha dejado el anterior Gobierno. Nadie aduce que esa proporción es imposible de calcular, aunque nada más sea porque la base (el PNB) oscila a la baja y esconde una cantidad desconocida de "economía sumergida". Por tanto, puede ser una mentira que el déficit fuera el 6% del PIB, como decía la ministra anterior del ramo, o el 8,2%, como dicen algunos ministros hodiernos. Sobre la capacidad de mentir de los políticos no está todo dicho, aunque, de momento, Rubalcaba se lleve el primer premio.
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