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Adolfo D. Lozano

Occidente mató a Kim Jong Il

El dictador era, aparte de al alcohol, un adicto a la comida rápida de sello occidental, como pizzas y hamburguesas. Sin embargo, como buen dictador que se precie, no dejó que sus ciudadanos tuvieran acceso a cadenas occidentales.

Una de las últimas noticias internacionales de este 2011 fue la muerte del dictador de Corea del Norte, Kim Jong Il. Con un legado típico del comunismo: un país más que pobre, paupérrimo, con un ingreso per capita como el de EEUU hace 160 años. Y unas diferencias tan abismales respecto a los resultados de la democracia liberal que se pueden observar en una ya clásica imagen desde el cielo: una Corea del Sur libre iluminada frente a una Corea del Norte colectivista a oscuras.

El pasado 19 de diciembre de 2011, la televisión norcoreana daba la noticia del fallecimiento del dictador dos días atrás en un viaje de tren. La causa esgrimida por el hermético régimen fue el gran estrés físico y mental del viaje. Obviamente, nadie muere por un simple viaje en tren. Sin embargo, todo apunta que ya desde los años 90, Kim Jong Il sufría de una enfermedad que finalmente le ha segado la vida: la diabetes.

Entonces, ¿por qué digo que Kim Jong Il fue asesinado por Occidente? Porque la causa real y subyacente de su enfermedad, y con ella de su muerte, parece que estaba en Occidente. Y es que el dictador era, aparte de al alcohol, un adicto a la comida rápida de sello occidental, como pizzas y hamburguesas. Sin embargo, como buen dictador que se precie, no dejó que sus ciudadanos tuvieran acceso a cadenas occidentales –y en cualquiera de los casos, dado el ínfimo poder adquisitivo del ciudadano medio, poca carrera empresarial habrían hecho–. En su lugar, y siguiendo con los delirios típicos dictatoriales habitualmente ridículos, nuestro amigo Kim inventó –si es que esto es inventar algo– un sándwich de doble pan con carne para los estudiantes, como alternativa nacional a la hamburguesa.

Y es que la epidemia de las enfermedades metabólicas, como la diabetes, va de la mano de nuestro consumo de dietas proinflamatorias. Si hoy la OMS estima que hay 346 millones de personas con diabetes en el mundo, para 2030 la Federación Internacional de Diabetes estima que esta cifra se disparará hasta 552 millones, lo cual es un 10% de la población adulta mundial. En EEUU la cosa es aún peor, ya que se calcula que hasta ¡la mitad de los norteamericanos serán diabéticos en 2050! Nada de esto es raro si tenemos en cuenta que las principales fuentes calóricas en la actualidad son:

- Trigo
- Maíz (también sirve para hacer aceite de maíz)
- Soja (con el que se hace aceite de soja)
- Arroz
- Patatas

Juntemos todos estos carbohidratos glucémicos con aceites vegetales ricos en Omega 6. Y de postre, un poco de azúcar. Esto es, la receta perfecta para inflar aún más las ya de por sí terribles cifras. Probablemente, o eso esperamos, el sino político de la población mundial no sea el de la subyugada Corea del Norte. No dejemos tampoco que nuestro destino sanitario sea el de su último dictador.

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