Un arranque prometedor
Se podrá achacar a Mariano Rajoy cierta indefinición en los medios que va a utilizar, pero lo que resulta evidente es que los objetivos que se ha marcado son los que un país como el nuestro precisa alcanzar de forma imperiosa.
La primera jornada del debate de investidura de Mariano Rajoy como nuevo presidente del Gobierno ha servido conocer las líneas maestras de su plan de acción. Se podrá achacar al gallego cierta indefinición en los medios que va a utilizar para dar la vuelta a una situación penosa como la que hereda de Zapatero, pero lo que resulta evidente es que los objetivos que se ha marcado son los que un país como el nuestro precisa alcanzar de forma imperiosa. En todo caso, hasta que no tome de hecho las riendas del país y vacíe los cajones no podrá tener una imagen cabal de la herencia recibida, y sin esa información ningún gobernante sensato puede arriesgarse a aquilatar las magnitudes precisas de los cambios que ha de introducir.
La indefinición del estado de las cuentas públicas, que probablemente ni los socialistas conozcan, dada su lamentable incuria, no ha sido obstáculo para que Rajoy dejara de señalar algunos puntos básicos, que se ha comprometido a cumplir.
El apoyo a los emprendedores con medidas fiscales que faciliten la inversión privada y la contratación de trabajadores; la modificación del régimen de preeminencia de los convenios laborales, para librarlos de la férula sindical; la simplificación de la burocracia, eliminando multiplicidades reglamentarias y apostando decididamente por la unidad de mercado en todo el territorio español o la poda sistemática del derroche público, especialmente en el ámbito autonómico, son medidas con las que necesariamente ha de estar de acuerdo cualquier ciudadano sensato, sobre todo teniendo en cuenta cuál ha sido el resultado de la aplicación de una política contraria a estos principios durante siete largos años.
La educación pública, otro de los grandes problemas que lastran nuestras posibilidades de prosperar a medio plazo, también ha merecido la atención del líder del PP. Es de agradecer que en un tema polémico, en el que hay todo tipo de intereses creados actuando como lastre, Rajoy se haya mostrado dispuesto a hacer lo necesario para acabar con la depauperación de un sistema pergeñado a imagen y semejanza de los socialistas que está causando un daño formidable a los jóvenes.
Tiempo habrá de valorar adecuadamente y con el rigor necesario la puesta en marcha de todas las medidas anunciadas, así como sus resultados. Sin embargo, el arranque de Rajoy en su primer acto parlamentario tras las elecciones ha resultado muy prometedor. Si los populares no se arredran ante los previsibles embates callejeros de una oposición radicalizada, esta legislatura puede ser la que marque una senda de reformas duraderas que nos permita abandonar definitivamente la ominosa postración en que nos han sumido dos legislaturas consecutivas del socialismo más sectario.
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