Dicen las crónicas que Pere Navarro, primer secretario del PSC desde este sábado, representa al sector españolista. Añaden que su victoria, que de momento ha implicado arrinconar la propuesta de tener grupo propio en el Congreso, facilita las cosas a Carme Chacón en su proyecto de asaltar la secretaría general del PSOE. No lo veo tan claro.
El hecho de que el texto finalmente aprobado por los delegados renuncie a tener grupo propio transmite la impresión de que hay voluntad de mantenerse dentro del redil que marque Ferraz, pero ese mismo texto se reserva el derecho a tener un voto diferenciado en casos excepcionales en que se vean implicados asuntos de interés para Cataluña. Al principio de la Transición, el PSOE tenía tres grupos parlamentarios que, sin embargo, siempre votaban como si fueran uno solo. Si ahora, que tienen un único grupo, resulta que hay diputados de una región que pueden votar lo que les plazca en asuntos que afectan a su región, difícilmente podrá decirse que en el PSC ha triunfado el alma españolista. Más bien lo contrario. El hecho mismo de admitir que en el Congreso puedan discutirse asuntos en los que Cataluña tenga un interés diferenciado y distinto del resto de España y estar dispuestos a votar en el sentido de defender el primero en contra del segundo, no parece muy españolista.
Quizá el error consista en tratar de analizar lo que ha ocurrido en el PSC con las viejas herramientas de sexar socialistas catalanes para distinguir a los españolistas de los catalanistas. Lo que está ocurriendo en el PSC es lo que está pasando en todo el PSOE, que se está desintegrando. Creen que lo que les ha llevado a la debacle en las autonómicas y en las generales no es tanto lo que han hecho en Barcelona, como lo mal que han gobernado en Madrid, con lo que han decidido que lo mejor para recuperar la fuerza perdida es desengancharse cuanto se pueda de Ferraz. Desde luego, fue un error aliarse con la extrema izquierda catalanista (ERC) y la extrema izquierda catalana (ICV), pero la peor equivocación fue dejarse dirigir por Zapatero desde Madrid. Ha llegado el momento para ellos de marcar en lo posible las diferencias.
Es verdad que, en principio, los objetivos son modestos, prácticamente reducidos a conservar las alcaldías que lograron mantener tras las municipales. Pero es inequívoca la intención de tener una voz propia y diferenciada de la del PSOE. Cuanto más diferenciada, mejor. No sé cómo puede favorecer esto a Chacón en sus ambiciones de ámbito estatal, que dirían ellos. Ni tampoco sé cómo va a poder parar la hemorragia quien tenga la incómoda responsabilidad de dirigir el PSOE a partir de febrero, que parece que falta una eternidad. Y con éstos se supone que tiene que pactar Rajoy la profunda reforma institucional que España necesita. Me temo que va a ser que no.