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Agapito Maestre

Republicanismo cívico

A pesar de lo que digan cuatro indocumentados, el yerno del rey ha deslegitimado, aún más de lo que estaba, la monarquía española. La institución pasa por una de sus peores crisis. Eso lo saben todos los españoles.

La crisis política compite con la económica en España. Pero, por fortuna, hay un partido de gobierno con mayoría absoluta dispuesto a todo por salvar la democracia española de sus enemigos. También frente al republicanismo radical de Zapatero debería el PP replantearse el republicanismo cívico. Yo lo tengo claro: si no se asociase el nombre de República a un período nefasto de la historia de España, reivindicaría ya para nuestro país un régimen político de carácter republicano, de valores cívicos, a favor de una democracia política que responda a las exigencias de una sociedad civil desarrollada. No otra cosa pretendió la derecha española en los años treinta, especialmente la vinculada al liberalismo y la democracia cristiana, aunque fracasara nada más nacer ante el poderío de los totalitarismos de la época.

Hoy, sin embargo, las condiciones políticas son de otro calado. Aquí expongo algunas de ellas para que el PP no las eche en saco roto, o sea, para que rompa el bloqueo ideológico al que los socialistas han sometido los valores republicanos. Comienza una nueva era, surgida de la experiencia democrática del 20-N. Rajoy tendrá que liderarla con mesura y pasión. Las próximas semanas serán el comienzo apasionante de otra etapa política para España. El sentimiento de responsabilidad de los dirigentes del PP tendrá que mediar permanentemente entre la pasión, el revulsivo último de todos los que se dedican a la política para alimentar bienes en común, y la mesura, una actitud abierta a la realidad, pero que nos permite guardar distancia con los hombres y las cosas. Ha llegado el tiempo del PP. Es la hora de la verdad democrática. Su mayoría absoluta en el Parlamento con respecto al resto de opciones políticas tiene que permitirle plantearse la reconstrucción del tejido político podrido del actual sistema, naturalmente, empezando por la institución monárquica que tantos quebraderos de cabeza está causando a los españoles.

La institución monárquica, que tan buena y estrecha relación ha mantenido siempre con el socialismo español, no sólo ha sido incapaz de detener el proceso secesionista que vive España, sino que a veces, por desgracia, lo ha alentado. Es obvio para cualquiera que tenga un poco de inteligencia política que la institución está en crisis. Crea más problemas que resuelve. El último es demoledor. Los negocios oscuros del yerno del Rey, Urdangarín, desvelados por la prensa española, harían temblar en cualquier país normal, y España lo es, a esa institución. A pesar de lo que digan cuatro indocumentados, el yerno del rey ha deslegitimado, aún más de lo que estaba, la monarquía española. La institución pasa por una de sus peores crisis. Eso lo saben todos los españoles.

¿Qué hará el PP ante esa crisis? Sin duda alguna actuará con mesura, es decir, en la medida que no dañe aún más nuestro tejido democrático defenderá la institución. Pero precisamente porque el PP es ahora el principal garante de la democracia, el único partido que puede garantizar la viabilidad de la democracia en España, prestará atención, estudiará y, por supuesto, canalizará todas las propuestas que vengan de la sociedad civil. No me refiero sólo a la denuncia de la prensa de los negocios turbios del yerno del Rey, sino a la primera y principal propuesta formulada con claridad el 20-N. En efecto, los resultados electorales nos han dejado ante una alternativa terrible: democracia o separatismo nacionalista. La vieja opción política entre la izquierda y la derecha ha desaparecido en las últimas elecciones generales. El PSOE fue literalmente barrido y con él todos sus grandes aliados, especialmente la corona, que lejos de actuar con prudencia y distancia respecto de los partidos políticos siempre fue proclive, como ya lo fueran todos los borbones en el pasado, a los cambalaches populistas.

El PP, obviamente, tiene que hacerse cargo con seriedad institucional que el zapaterismo ha destrozado algo más que al PSOE, cuyos principales funcionarios políticos siguen empeñados en ocultar su gran problema; sí, sí, el zapaterismo ha suprimido la opción entre la izquierda y la derecha españolas. Esa antigua vertebración de España está muerta. El bipartidismo está en crisis. Su lugar ha sido ocupado por esta otra alternativa: democracia o fragmentación de España, o sea, democracia española, defendida por el gobierno del PP, o nacionalismos secesionistas, entre los que se alinean el PSOE e IU. El PP es el único partido capaz de sustentar un Gobierno que defienda la democracia en España.

En estas circunstancias surgidas de las elecciones del 20-N por un lado, y del proceso de deslegitimación de la monarquía por otro, dos preguntas políticas son obligadas. ¿Cuál es el elemento clave que distingue a los demócratas de los nacionalistas? En principio, y solo en principio, la defensa de la institución monárquica, porque todos los nacionalismos quieren ser republicanos, aunque alguno de ellos juegue a un Rey para distintas nacionalidades. La segunda pregunta, que se deriva de la anterior, es obvia: ¿cuál es la razón última que tiene hoy el PP para seguir siendo monárquico, si el monarca ha hecho sus grandes mediaciones con el PSOE de Zapatero y los nacionalistas? No la veo por ningún sitio. No hallo respuesta adecuada para seguir profundizando la democracia. Así las cosas, espero que prospere esta corriente de opinión republicana, tan radicalmente liberal como demócrata cristiana, en el seno PP, por el bien de la democracia española. Es el gran momento maquiavélico, como diría John Pocock, de Rajoy. Del compromiso cívico con la virtud. O el Rey se hace, de verdad, republicano o la institución monárquica desaparece.

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