La victoria electoral de CiU en Cataluña el pasado 20 de noviembre pone de manifiesto que un amplio segmento de los ciudadanos catalanes, los votantes de CiU, están ya completamente anestesiados y apoyan sin reparos a los líderes de los dos partidos que han protagonizado los casos más importantes de corrupción continuada en Cataluña: CDC, el partido de Jordi Pujol y Artur Mas, y CDC, el partido de Duran i Lleida. El éxito de la coalición confirma que a pesar de haber desviado dinero de los presupuestos públicos hacia sus partidos y militantes, y haber exigido mordidas a las empresas a las que habían adjudicado obras millonarias –una operativa similar a las de las organizaciones mafiosas–, la mayoría de los ciudadanos los han premiado otorgándoles su confianza, y, lo que resulta incluso más grave, los diarios parroquiales se han sumado sin rubor –¡por qué será!– a magnificar la victoria de partidos sobre los que gravita la sombra de la corrupción.
Estamos ante un descubrimiento sociológico fundamental para la supervivencia de la clase política catalana que ahora ya puede dormir tranquila sabiendo que aunque corrompa el funcionamiento de las instituciones democráticas, sus fechorías no tendrán serias consecuencias ni para sus líderes ni partidos. Caerá quizás el bueno del tesorero del partido, tal vez algún ex consejero del Gobierno de la Generalitat, y ocasionalmente el eficaz y corrupto intermediario, pero mientras resulte en el interés de imputados y condenados mantener el pico cerrado y los jueces y fiscales estén más atentos a salvaguardar su carrera que a investigar los hechos, los cerebros de la trama se irán de rositas. ¡Si ni siquiera cuando los pillan con la manos en la masa los medios de comunicación les exigen abandonar la política y los ciudadanos les reprueban en las urnas, ya me dirán qué lecciones pueden sacar los jóvenes cachorros que al final de su adolescencia cambiaron los pañales, la vivienda y el cobijo familiar por las banderas esteladas, las sedes de CDC y UDC y el fraternal compañerismo propio de organizaciones mafiosas!
Ha sido, sin duda, una victoria histórica pero no por la razón que daba el independentista solapado Duran i Lleida, sino porque confirma que un amplio segmento de la sociedad catalana ha sucumbido al encanto de la corrupción de CiU, adobada con ondeantes banderas, insidiosas mentiras –¡vótenos que los españoles nos están robando la cartera!– y dosis crecientes de hipócrita intolerancia, rayana en la xenofobia, hacia todo lo español, incluido el uso y la enseñanza de la lengua castellana en Cataluña. Tiene CDC en su página de Internet un infame contador que actualiza cada segundo el "déficit fiscal" de Cataluña. No importa cuántas trampas burdas han hecho para calcular el número que aparece en pantalla, lo importante para CDC es su efectividad para movilizar a "sus" catalanes contra España, como para los nazis lo fue presentar a los judíos como insaciables sanguijuelas adheridas a las espaldas de los sufridos trabajadores alemanes. Resulta, además, esta campaña de intoxicación muy útil para ocultar tras una cortina de humo el contador de la corrupción de CDC y los recortes de servicios públicos esenciales que está impulsando Mas. Todo apunta a que el Gobierno catalán intensificará la campaña de amenazas en los próximos meses para intentar extraer nuevas concesiones del próximo gobierno español. Esperemos que Rajoy demuestre mayor sagacidad y firmeza que su antecesor.