Campo de minas
La última y más decisiva mina enterrada será el auténtico agujero económico que han dejado y que Rajoy irá conociendo en los próximos meses. Y éstos llamaban antipatriotas a quienes hace tres años denunciábamos la crisis.
Estaba cantado: los socialistas se van pero no se van, me voy pero me quedo, pero no me quiero ir... Hasta el último minuto, más allá del último minuto. En Andalucía, atrincherados sin piedad contra sus súbditos desde hace treinta años, hasta marzo, o mayo, o sabe Dios. Pero les han votado, no lo olvidemos a la hora de repartir responsabilidades. Los demás, impacientes por verlos desparecer, esfumarse, escurrirse por el sumidero de la Historia, su merecido lugar. Pero están demasiado gordos como para que sus corpachones cebados entren por el hueco de los albañales. Se arremolinan ante el agujero, no se van, amenazan desde la noche del feliz día 20 pasado; no dimite nadie, no reconocen error alguno, ni abuso, incompetencia, golfería, delito ni traición, todas las que han cometido: ha sido la crisis, una vaga mala suerte que no definen; sus seis televisiones de cobertura nacional manipulando a tiempo completo, no han bastado; esgrimen sus seis millones de votos (¡Os vais a enterar en la calle!) como Gorgorito enarbolaba su estaca contra la bruja en los guiñoles antiguos, ante los cuales los niños nos divertíamos como niños: sin barreras ni tapujos. Ahora los guiñoles son un muermo, bien enmerdados por la ideología progre, donde aleccionan a las tiernas víctimas con sesudos parlamentos de pacifismo, ecología y ballenas, muchas ballenas. Pero ése es otro asunto.
Y dejan un campo de minas, concienzudamente sembrado con toda la iniquidad de que son capaces, absoluta y sin resquicios. Desde el primer instante, en la noche del 20-N (tampoco funcionó la miserable elección de la fecha para influir en los electores) ya está la legión de periodistas mercenarios, o avisados equidistantes, manifestando sus dudas, sus exigencias a Rajoy para que destape ministros, planes a largo plazo, medidas a corto, cuando aun carece de capacidad ejecutiva ninguna. El caso es desgastar y chinchar, recordar que estamos aquí y –si está en nuestra mano– no te permitiremos resolver nada de nada, a ver si Rajoy se acoquina, sigue el feliz hundimiento económico (¡Ya lo decíamos nosotros: era la crisis, no José Luis, tan injustamente vilipendiado!) y antes de dos años hay otras elecciones para volver a trincar. Y mientras tanto, dejan artefactos cuidadosamente enterrados (aunque se trate de desenterrar alguno) para que vayan explosionando en secuencia cronometrada: para otra cosa no valen.
Estando en funciones nombran docenas de altos cargos (ministerios de Justicia, Asuntos Exteriores, Junta de Andalucía) que Rajoy deberá destituir –si no quiere cargar con el peso muerto y el sabotaje sistemático de enemigos en puestos clave – arrostrando así la automática acusación de haberse lanzado a una brutal caza de brujas; comprometen gastos de cientos de millones para los años venideros (la Srta. Trini, de nuevo) que el gobierno del PP habrá de apoquinar o incumplir, ambas malas soluciones; azuzan a sus indignados a continuar la ocupación de edificios y el desorden callejero mediante el sencillo método de no mover un dedo, mientras la Dolores Carrión (responsable del desaguisado en Madrid) proclama ante Esperanza Aguirre (su víctima en directo) lo bien que ha garantizado los derechos de todos: más jeta, imposible, sólo Alfredo Pérez.
Y resucitan la polémica por el Valle de los Caídos, para que Rajoy se pringue adoptando una u otra postura: probablemente no haga nada –que parece lo más razonable–, ni siquiera nombrar otra comisión de expertos que invalide las conclusiones de la nombrada ad hoc por Rodríguez. Pero así la vuelta a la normalidad (recuperación sin cortapisas del culto católico; visitas turísticas abiertas, con el consiguiente retorno de ingresos; y restauración de las partes que lo precisen) será presentada como defensa del fascismo, de la represión franquista y del sursum corda. Enredar con los restos de Franco es una bomba de relojería y se responda lo que se responda, todo estará mal, a no ser que Rajoy y compañía se despojen de complejos y actúen con naturalidad ante lo que hay: un templo católico donde hay enterradas personas (como en tantísimos), unas más relevantes y otras menos, abierto a las visitas y con ayuda oficial para su mantenimiento material, como todos los monumentos, cuya conservación es muy cara. Y sólo por sectarismo e ignorancia se puede negar la gran belleza artística y monumental del Valle. Por añadidura, ¿es necesario recordar que sacar los restos de Franco sólo constituye el primer paso para convertir aquello en un circo mamarracho de la Memoria Histórica?
Pero hay más regalitos enmascarados bajo el suelo: la supuesta tregua de la ETA, a cambio de entregarles la provincia de Guipúzcoa y una tribuna en el Congreso para insultarnos a diario. Si Rajoy no prosigue por el camino de las cesiones y concesiones –como han hecho ellos– será culpable de lo que la ETA pudiera hacer... Y si les imita, caerá en el descrédito entre su base social y política, por mucho que las charangas televisioneras toquen bombos y platillos: se ha visto que ni siquiera dominando los medios es seguro el triunfo electoral. Sin embargo, la última y más decisiva mina enterrada será el auténtico agujero económico que han dejado y que Rajoy irá conociendo en los próximos meses.
Y éstos llamaban antipatriotas a quienes hace tres años denunciábamos la crisis. Claro que la Valenciano ha aclarado mucho las ideas a quien albergara dudas: "En los congresos del PSOE jamás se ha gritado ‘Viva España’". Y usted que lo diga.
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