Los problemas de Netflix, con sus rectificaciones y sus retrasos, están abriendo una ventana de oportunidad para que otras empresas ocupen su puesto natural en nuestro país. Aunque existen servicios de streaming de películas, nadie había hecho una apuesta semejante a la de la compañía norteamericana, o la de Spotify con la música, con tarifa plana y un catálogo suficientemente repleto de taquillazos como para poder tomarla en serio. Pero parece que tanto la sueca Voddler como la española Youzee –propiedad de Yelmo Cineplex, que ha demostrado tener bastante más visión que los miopes titiriteros– golpearán primero. Está por ver si golpearán dos veces.
Pero es en los libros donde está claro que nos ha pillado el toro, nos ha atropellado el tren y todas las metáforas arrolladoras que a ustedes se les ocurran. Una pena, ya que lo que no somos en el terreno audiovisual sí lo somos en el editorial. Pero nuestra supuesta potencia como industria editora no ha quedado plasmada precisamente en una plataforma competitiva del libro electrónico. De modo que Apple primero y ahora Amazon parece que se quedarán con el pastel enterito.
Como consumidor no tengo nada que objetar a las ofertas de ninguna de las dos grandes compañías norteamericanas. Tanto es así que, de hecho, tengo un Kindle desde el año pasado –cuando sólo podía comprar libros en inglés– y nunca he echado de menos el papel; es más, cuando por alguna razón tengo que volver a él casi me extraño de lo mucho que he leído en tan incómodo soporte. Eso de que con un clic puedas pagar y empezar a leer inmediatamente es peligrosamente fácil para la cartera. Son, en definitiva, dos buenas plataformas completamente integradas.
El problema es precisamente ese. En otros ámbitos tecnológicos tenemos Android como alternativa abierta al IOS de Apple, así como Windows frente al Mac. Pero no tenemos ninguna plataforma abierta comparable en comodidad, catálogo y facilidad de uso al iBookStore y al Kindle, lo cual nos coloca a los consumidores en una situación algo desventajosa. Un estándar de pago en un clic y descarga automática del libro, compatible con la numerosa tropa de lectores electrónicos alternativos a los iPad y Kindle, podría ser el clavo ardiendo que necesitan las editoriales para no tener que suscribir sin protestar las condiciones que se les impongan.
Alguien podría haberlo hecho ya. Alguien incluso podría haberlo hecho ya en España. Pero aquí lo único que había era un gran interés en exprimir el mismo modelo de negocio hasta una semana antes de que llegara Amazon, que fue cuando la Casa del Libro decidió lanzar su clon de la tienda del Kindle. Invertir tu futuro en la esperanza de que las manecillas del reloj se detendrán no parece la más inteligente de las estrategias de negocio. Pero qué sabré yo.