Trifulca antimisiles
El presidente ruso, Dmitry Medvedev, en un inesperado discurso ante la nación el pasado 23 de noviembre, utilizó el tono más duro para arremeter contra el sistema antimisiles europeo.
Cualquier decisión en materia de política de defensa debe ir acompañada de una reflexión estratégica. Una de las últimas del anterior Gobierno fue la participación de España y de Rota en el sistema antimisiles norteamericano y aliado. Aunque la única reflexión que transcendió fue lo bien que va a venir para crear puestos de trabajo, hay mucho más detrás de ello. Por eso conviene no alejarse del debate y de las reacciones que suscita en Europa y en el mundo dicho plan.
El presidente ruso, Dmitry Medvedev, en un inesperado discurso ante la nación el pasado 23 de noviembre, utilizó el tono más duro para arremeter contra el sistema antimisiles europeo. Anunció contra él varias medidas como la activación de un radar de alerta temprana antimisiles en Kaliningrado; el fortalecimiento de las defensas aéreas y espaciales para proteger sus armas nucleares estratégicas; la posibilidad de desplegar modernos sistemas de armas en el oeste y el sur del país que podrían incluir la instalación en Kaliningrado de complejos misiles Iskander. Además, amenazó con el posible abandono del nuevo tratado START de abril de 2010, uno de los principales resultados del reinicio de las buenas relaciones con Washington. Eso sí, se abstuvo de amenazar a alguien en concreto, cerrando el discurso con una llamada al diálogo.
¿Qué hay detrás de estas amenazadoras declaraciones? En primer lugar, es la reacción al reciente anuncio de la Administración Obama del cese del cumplimiento de algunas de las obligaciones bajo el Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa (FACE). Ésta es, a su vez, la respuesta a cuatro años en búsqueda de una solución diplomática al anuncio ruso en 2007 de suspender la implementación de algunas provisiones de dicho tratado.
En segundo lugar, y seguramente el motivo más importante, por pura necesidad doméstica. La situación interna del país ha llevado al Gobierno ruso a buscar excusas para desviar la atención. Y qué mejor que la retórica antiamericana que tanto gusta al patriótico auditorio ruso, sobre todo en vísperas de elecciones. Por último, está la necesidad de atraer la atención y el respeto de Occidente.
A pesar de lo inédito del discurso y del tono amenazador de Medvedev, la reacción norteamericana ha sido pasmosamente tranquila. Washington y Moscú nunca se han puesto de acuerdo en la cuestiones de defensa antimisiles, incluso a pesar de que desde el final de la guerra fría la amenaza proviene no de Moscú sino de los "Estados gamberros" como Corea del Norte e Irán, amenaza ésta que comparten los rusos. Así que es más de lo mismo.
Las reminiscencias al pasado del discurso de Medvedev no han surtido efecto, al menos en el exterior. Desde el punto de vista militar, las medidas rusas no representarían un peligro especial. Y en cuanto al abandono del START, los principales perjudicados serían ellos mismos por lo que no se le da credibilidad. El sistema antimisiles mientras sigue adelante, y España en él. Veremos si aquí se reabre un debate constructivo sobre él.
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