Es ridículo pedir la dimisión de Rajoy, según han fomentado algunos grupos de individuos en las redes sociales, cuando aún no ha sido investido el candidato electo como presidente de Gobierno. Pero esta anécdota, quizá alentada con maldad polimorfa desde la sede socialista de Ferraz, es un síntoma de una enfermedad más grave, que afecta no sólo a España sino a todas las democracias occidentales; en efecto, hace tiempo que el marco de las instituciones electorales-representativas está desbordado por diversas acciones y dispositivos políticos de control y obstrucción de los regímenes políticos modernos; esos mecanismos, por otro lado, aunque son propios de las sociedades abiertas y democráticas, están también sujetos a crítica, puesto que a veces son plena y genuinamente democráticos, pero otras muchas están en los límites de la legalidad o son, sencillamente, ilegales como ocurre casi siempre en España.
En cualquier caso, el desbordamiento ideológico de los órdenes electorales-representativos jamás debería identificarse con un sistema político permanentemente en el filo de la desestabilización. Eso es, ciertamente, lo que quisieran algunos para la nueva etapa democrática que se abre en la vida española con el triunfo electoral del PP, pero, por fortuna, la firmeza y estabilidad política en España están aseguradas. La mayoría absoluta alcanzada por el PP es suficiente para detener cualquier intento de obstrucción del sistema político. Más aún, esta mayoría absoluta limita el poder de quienes ya les gustaría estar enjuiciando críticamente unas medidas tomadas sin conocer el estado real de la economía. Por eso, precisamente, creo que Rajoy haría mal si, antes de formar el Gobierno, intentara precisar cuáles son las grandes medidas que adoptará para sacarnos de la crisis.
La explicitación de Rajoy sobre qué va hacer, aquí y ahora, antes de llegar al gobierno, sería tanto como provocar, sin motivo y antes de tiempo, el desarrollo de quienes tienen los poderes de control y obstrucción de los gobiernos. Rajoy hace bien en aguantar. Aquí la prudencia es un valor. Quizá por una vez Maquiavelo se equivoca, o sea, no es menester anunciar sus medidas y menos "ejercerlas todas de una sola vez e inmediatamente". Por lo tanto, hágase el traspaso de poderes con la diligencia y sosiego que exige la situación. Que nadie se vuelva loco por la desesperada situación económica. Que nadie pretenda enloquecer a un presidente electo antes de haber sido investido por el Parlamento. Que nadie, en fin, pretenda crear una crisis política y democrática por la situación de "recesión" económica en la que ha entrado España, porque Rajoy guarde silencio sobre sus principales medidas.
Tiene toda la razón, pues, Arias Cañete, cuando dice que es absurdo fijar la magnitud de los recortes sin conocer profundamente la situación económica. No obstante, espero que muy pronto algún dirigente del PP defienda que no se gastará más de lo que se ingresa.