Los votantes socialistas hacen mal achacando a ZP y a Rubalcaba el desastre electoral del pasado domingo, porque si alguna virtud tienen ambos personajes es el de haberse comportado exactamente de la forma que su electorado esperaba de ellos. Ambos son socialistas y como tales han actuado en el ejercicio del poder. Las consecuencias de esta fidelidad al ideario han sido la ruina económica, el bochorno internacional, ciertas corruptelas al abrigo del poder y cinco millones de parados, que es el catálogo de éxitos que siempre ofrece el socialismo cuando se pone en práctica en un país civilizado.
Los parados que votan al PSOE no deben quejarse, sino aplaudir a sus líderes por haber aplicado a la economía el recetario socialista, con tan sólo una ligera desviación de la ortodoxia cuando España entró en suspensión de pagos en mayo del año pasado. Sirva como disculpa ante las hoy exigentes bases sociatas que no lo hicieron por convicción, claro, sino para poder seguir trincando dinero de Europa y continuar gobernando a la progresista manera.
Tras el divertido espectáculo de ver a un PSOE batiendo todas las plusmarcas internacionales en la especialidad del batacazo electoral, una parte importante de los afiliados al partido exige una renovación al socaire de la campaña orquestada por el diario del grupo PRISA.
Pero ¿qué es lo que pretenden renovar? Desde luego no las ideas perniciosas que todos ellos profesan, con las que siguen estando de acuerdo por más que los resultados de su aplicación hayan provocado el derrumbe nacional que todos conocemos. En todo caso pretenden encontrar a otro líder al que seguir durante esta travesía del desierto democrático pero sin abandonar la ortodoxia que les ha procurado la ruina, una opción, por otra parte, acorde a la inteligencia del progresista medio que, seamos honestos, nunca se ha distinguido por su especial fulgor.
Mientras encuentran a su nuevo ZP entre los culiparlantes anónimos que todavía le quedan al partido, a los demás nos resta esperar que Rajoy tenga valentía y acierto en su gestión inmediata. Lo justo para llegar a las autonómicas andaluzas con algún signo esperanzador en la economía que nos permita pasar otra entretenidísima noche electoral. Jamás hubiéramos supuesto que la salida de la crisis iba a ser tan divertida.