No se refundarán
La izquierda española no es una opción política puntual ni una cosmovisión sempiterna sino un resplandor que, como vemos por los resultados electorales, circuye las cabecitas de millones y millones de paisanos.
Se me escandalizaba un íntimo conocido, socialista él, que no socialdemócrata (en España, según la última encuesta preelectoral del CIS, se definen como socialdemócratas cuatro gatos un poco viajados, que es exactamente lo que veníamos pensando, y en cambio los socialistas no homologables con Europa resulta que, también como veníamos pensando, son el colectivo más numeroso de España, más aun que los democristianos), se me escandalizaba un socialista, digo, por decir que lo que precisa el PSOE no es un cambio de líderes ni de estrategia, sino de ideas. Como si le hubiese dicho que hay que cambiar la Palabra del Jehovah porque la sociedad actual ya no es un desierto poblado por camelleros.
- ¿Cómo de ideas? No puede ser. Zapatero ganó dos veces con esas mismas ideas...
Creía el alma de cántaro que me refería a que las ideas del PSOE ya no venden electoralmente ahora, porque no podía concebir que yo estuviera sugiriendo que, desde aquella renuncia de González al marxismo programático aunque no al leninismo como método para acceder y conservar el poder, el PSOE fuese un partido más anacrónico e impracticable que los condones de tripa de cerdo, y en nada parecido a una socialdemocracia moderna. Entiendo las dificultades insalvables de mi íntimo conocido socialista para aceptarlo: la izquierda española no es en realidad una ideología, sino una revelación. Y venía un perro infiel, yo, a decirle que su particular Iglesia apestaba a cadáver por inhumar lo menos desde el 36.
La izquierda española no es una opción política puntual ni una cosmovisión sempiterna sino un resplandor que, como vemos por los resultados electorales, circuye las cabecitas de millones y millones de paisanos y que, como el manto de la atmósfera terrestre, hace que los hechos o la actualidad se vuelvan incandescentes en su cercanía y queden destruidos antes de tocar siquiera su superficie craneal. Eso no los hace ni más ni menos inteligentes: sencillamente están exentos del contagio de la realidad. Ese resplandor que lucen está a prueba de cualquier cosa. En realidad, como me reconoció la noche electoral un director general autonómico del PP, "lo único que ha pasado es que el voto de la izquierda se ha distribuido de otro modo, de lo cual nos hemos beneficiado. Aquí en España, y en el PP, nos votamos siempre los mismos". El millón y medio generoso de comunistas que acaban de votar en España sin duda creen en lo que dice el refocilante programa electoral con que Izquierda Unida se ha presentado a estas Generales, que parece redactado por un adiestrador de ratas de la acampada de Sol tras fumar deyecciones de roedor secas: piden "una reforma del IVA para compresas y pañales, tanto infantiles como para la tercera edad" o descubren de una vez por todas lo que ocurre financieramente en el mundo, en memorable sentencia que está pidiendo un paredón como esos de Cuba donde se cantan las excelencias revolucionarias: "El dinero sigue existiendo; nadie ha visto a nadie quemando billetes". Debe de ser porque los redactores del programa del partido se han ido poco de mariscada con el camarada líder de Izquierda Unida en Sevilla, Antonio Rodrigo Torrijos, porque entonces iban a ver lo que es quemar billetes...
En realidad, lo que recomienda la izquierda para España es bien sencillo: con Izquierda Unida en el poder, la Unión Europea nos intervendría al día siguiente, nos echaría del euro a la semana y estaríamos viviendo en cuevas sostenibles energéticamente al acabar el primer mes. Con Amaiur gobernando tras las próximas autonómicas del País Vasco, el orden se invertiría: estarían viviendo en cuevas sostenibles energéticamente al día siguiente, a la semana la UE no tendría que expulsar a nadie del euro porque el capitalismo se declararía abolido y, al mes, no habría nada que intervenir porque la población que no simpatiza con los terroristas estaría muerta, huida a países ideológicamente más clementes como Corea del Norte o metida en alguna cheka abertzale. Menos mal que lo máximo que le puede ocurrir a España es volver a caer un día en las manos de este mismo PSOE (creo en su regeneración o refundación tanto como en la resurrección de la carne), que nos garantiza llevarnos de nuevo, por supuesto, al abismo, pero sin tantas prisas.
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