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Afganistán de nuevo

Washington y Kabul llevan nueve meses negociando los términos de un acuerdo estratégico sobre la presencia norteamericana en el país después de 2014. Será por diez años e incluirá varias bases militares.

Hay que retomar Afganistán, olvidado entre tanta campaña electoral y primaveras árabes. Allí España mantiene a 1.500 militares en las provincias de Badghis y de Herat, dedicados a formar a los militares y policías afganos que se irán haciendo cargo de la seguridad del país, y a garantizar la libertad de movimientos de las vías de comunicación. Lo que no les excluye de estar cada día más expuestos a los ataques, como hemos visto recientemente. Es muy poca la información que nos llega de allí a no ser que transciendan –no siempre– aquellos incidentes en los que se vean involucradas tropas españolas. Y aún menos se sabe del proceso de transferencia de la seguridad a las fuerzas afganas y que también llegará a parte española.

Fue en julio cuando la ministra Carmen Chacón dio las primeras pistas sobre este plan: la retirada del 10% del contingente en el primer semestre de 2012; el repliegue de hasta el 40% en el primer semestre del 2013; y el resto entre los años 2013 y 2014. Un plan que, por cierto, depende del ritmo con el que avance la generación de las capacidades afganas, así como de las recomendaciones del denominado Joint Afghan-NATO Inteqal Board (JANIB) sobre las áreas más preparadas para el proceso de transferencia de seguridad.

En cuanto a las capacidades, si bien crece el número de policías y militares afganos que se adiestran, todos alertan de la necesidad de disponer de más tiempo para que puedan operar solos. Porque no es sólo cuestión de cantidad, sino también de calidad, y más en el terreno de violencia en el que se mueven. En cuanto a las esperadas recomendaciones del JANIB, las primeras tuvieron lugar en marzo pasado cuando seleccionaron siete áreas para pasar a manos afganas. No faltaron los gobernadores que expresaron sus dudas sobre la preparación de los efectivos militares y policiales afganos. La siguiente fase debía haberse anunciado a finales de verano y aún no se ha hecho. Es precisamente en esta segunda fase donde las tropas españolas se verán afectadas.

¿Qué lectura hay que dar a este retraso? Pues que las condiciones en el terreno y no los cálculos matemáticos son los que empujan el proceso de transferencia de seguridad. El gran problema es que el plan es irreversible, aunque todos, absolutamente todos, saben que es muy poco realista pensar que Kabul pueda asumir el completo control del territorio afgano en 2014.

Por ello Washington y Kabul llevan nueve meses negociando los términos de un acuerdo estratégico sobre la presencia norteamericana en el país después de 2014. Será por diez años e incluirá varias bases militares. Una alianza que ha sido respaldada por la Loya Yirga, aunque con condiciones. Entre ellas la suspensión de las operaciones nocturnas, y la no inmunidad de militares y empleados gubernamentales norteamericanos. Este último tema es tan controvertido que más adelante dará seguro problemas. Al menos es un pequeño intento para mirar más allá de 2014. Y España, ¿qué hará?

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