Por supuesto, inútil
Lo preocupante no es que un debate televisivo en la España que deja Zapatero no sirva para cambiar el voto, sino precisamente que por esto cambie algún voto. Muy alienada debe de estar la gente para no ver por sí misma la situación en que nos encontramos.
Lo preocupante no es que un debate televisivo en la España que deja Zapatero no sirva para cambiar el voto, sino precisamente que por esto cambie algún voto. Muy alienada debe de estar la gente para no ver por sí misma la situación en que nos encontramos, y necesite que la tele le convenza de cómo deber mirar adecuadamente la realidad cuando salga a la calle. En las actuales circunstancias de urgencia nacional, no tiene sentido hablar, como hacen algunos periodistas con retintín (con "rintintin", dicen en mi tierra), de los que nunca cambiarían su voto tras ver a Rubalcaba y a Rajoy porque están "previamente convencidos", como si fuéramos forofos. Si tras dos legislaturas de Zapatero aún hay quien no está "previamente convencido", es que quizás nos merezcamos el lenitivo de una tercera. ¿Fue un debate inútil? Por supuesto. O eso espero. Si alguien ha aguardado al "cara a cara" del lunes porque tenía alguna duda sobre lo que necesita el país, mejor que nos revele en qué envidiable balneario alejado del mundanal ruido y sin cobertura de ningún tipo ha estado recluido durante los últimos ocho años.
Cualquiera diría que se gastaron medio millón de euros en preparar hasta el último detalle. ¿Iría incluida la minuta de algún embalsamador? Rubalcaba aparecía céreo, y Rajoy algo espiritado. En Estados Unidos, donde tanto se aprecia el aspecto de ir a durar en buenas condiciones al menos el período del mandato, hubiesen dudado entre votar a alguno de los candidatos o ingresarlos a ambos. Rubalcaba, para parecer igual de alto que Rajoy, abusó de la palanca elevadora de su sillón, dejándole la mesa justo a la altura de la ingle, lo que, unido al traje con holguras y hombreras años ochenta que llevaba y su afición a subir los antebrazos como tirados por un hilo desde arriba, le hacían parecer un espantapájaros en medio del sembrado. Rajoy se ha excedido visiblemente con la dieta, o con las caminatas, dándole ese aspecto un poco necesitado del que miraba a Rubalcaba como Carpanta el famoso muslo de pollo. Quizás por la falta de nutrición (no quiero creer que sean los nervios tan pronto, ahora que necesitamos al registrador impasible) se le ha puesto un desagradable "tic" en la boca, la cual gira hacia la derecha. Es el único giro en ese sentido que le hemos visto desde antes del Congreso de Valencia. Antes no lo tenía. Debería hacérselo mirar.
En la exhortación final a los españoles, Rajoy volvió a echar mano de sus lecturas del Marca y Rubalcaba hubiese ahorrado minutaje si en lugar de abrir la boca hubiese sacado otro de sus cartelitos, ésta vez uno hurtado a cualquier pobre de la esquina relatando su angustiosa situación personal y familiar para que le "echasen algo". Rubalcaba no pretendía, como han dicho de la encuesta cocinada del CIS, "dar pena" a los electores abstencionistas por lo desmedrado del porcentaje de su partido, sino directamente suscitar la caridad. Nunca he visto una cara de lástima pareja. Nada me había dado tantas ganas de llorar como esta pedigüeñería postrer de Rubalcaba, al menos desde aquella escena en que Meryl Streep recibe las pertenencias del difunto personaje de Clint Eastwood en Los puentes de Madison. Por su parte Rajoy, en su alocución final a los españoles, se notó que ha metabolizado a medias las dos o tres últimas semanas de editoriales dedicados al nuevo modelo de juego del Real Madrid. La épica no le va demasiado con la cara. Eso de que España es "una gran nación que no se rinde, nunca" antes lo hubiesen reputado despectivamente de "prosa imperial" franquista, pero ya se sabe que Mariano se inspira más en los lugares comunes salidos de la Ciudad Deportiva que en las declamaciones romanizantes de Rafael Sánchez-Mazas. Desde que en la Ser tararearon el himno español tras el gol de Iniesta en la final mundialista, no hay peligro de que por estas cosas lo sitúen en la caverna
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