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Alberto Gómez

Madres, ablaciones y moralinas progres

Las madres de las niñas en países donde se practica la ablación del clítoris son las primeras que quieren que se lo practiquen a sus hijas. Una justificación popular allí dice que las mujeres sin ablación tienen hijos más débiles y enfermos.

Leo a Reverte hablar de mujeres en un artículo Madres, burkas y marujas. En plan justiciero de la mujer, Reverte explota de indignación cuando una niña se empeña en ponerse el pañuelo en el pelo y cuando las marujas enseñan marujeo a sus hijas. Está bien que un escritor piense con el corazón, con las tripas o con la billetera. Si yo fuera novelista, adornaría el asunto de la soldado como él lo hace. Pero eso no toca. Fuera de moralinas, la cuestión es ¿por qué muchas mujeres aceptan de buen grado la sumisión en vez de ir por la vida rompiendo costillas como en Hollywood o en los relatos de Reverte? Lo ilustraré con un caso extremo e incomprendido: la ablación del clítoris.

Las madres de las niñas en países donde se practica la ablación del clítoris son las primeras que quieren que se lo practiquen a sus hijas. Una justificación popular allí dice que las mujeres sin ablación tienen hijos más débiles y enfermos. Aunque no existe ninguna estadística, por increíble que parezca, es posible que esto sea cierto en esas sociedades, a la luz de la teoría de la evolución y ¡observando las palomas de un parque!

En algunas especies, como las aves voladoras y los humanos, el padre contribuye a la crianza de los hijos. En las aves, la facultad de volar selecciona un menor peso. Incluso el DNA de estas aves está reducido al mínimo. Sus huevos son pequeños y los deposita cuanto antes, con lo que nacen crías prematuras que la hembra no puede criar sola. Pero el macho invierte su esfuerzo y debe asegurarse de que son sus crías. Por tanto, el macho sigue a la hembra en época de celo para que no se aparee con otro. Esto lo podemos comprobar observando a las palomas en un parque. Cada paloma elige al palomo que mejor la pueda seguir en vuelo. Pero una vez emparejados, si el palomo observa a su paloma apareándose con otro, la abandonará a su suerte junto con sus crías. Es mejor para la paloma el no jugársela. Las crías que han sobrevivido heredan la conducta selectiva-sumisa de la hembra y la conducta vigilante del macho.

El mismo proceso de selección de conductas se ha producido en los humanos. El desencadenante en este caso no es el vuelo sino el enorme tamaño de la cabeza del bebé y la posición erguida, que tiende a separar las caderas de las mujeres, lo cual es un impedimento para la marcha, que a su vez presiona a estrechar las caderas. El compromiso resultante son unas caderas femeninas más anchas de lo deseable para la marcha y es un bebe prematuro, que la madre es incapaz de criar sin ayuda, y eso ocurre aún hoy en día. El resultado es la familia humana, un sistema muy complejo, pero que se ajusta al esquema de las aves voladoras.

Ahora volvamos al tema de la ablación del clítoris. Las sociedades donde se practica son nómadas y polígamas. Los hombres no ven a sus mujeres durante días. Además, sólo unos pocos de entre ellos son ricos. Ya que no pueden vigilarlas, preferirán a las mujeres con ablación de clítoris ya que presentan mejor garantía de que sus bebés serán suyos e invertirá sus esfuerzos en criarlos. Al final, como dice su saber popular, la mujer sin ablación no podrá optar a esos hombres ricos. Será pobre y sus hijos nacerán débiles y enfermos.

Evidentemente la solución para ese estado de cosas no es la santa indignación progre de Reverte ni el cuento de la llamada opresión patriarcal, sino instituciones como la monogamia, y aquellas que permiten el desarrollo económico. Sin meterme en cuestiones de religión.

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