Verdades a medias
Finalizó la operación militar en Libia tal y, como anunció el secretario general de la OTAN, justo un día después de que el Consejo de Naciones Unidas aprobara la resolución 2016.
Finalizó la operación militar en Libia tal y, como anunció el secretario general de la OTAN, justo un día después de que el Consejo de Naciones Unidas aprobara la resolución 2016. En ella se da por finalizada la zona de exclusión aérea, se modifica las disposiciones sobre el embargo de armas y se levanta la congelación de importantes activos del país. Curioso que Rasmussen no hiciera mención de tal resolución ni tan siquiera del Consejo de Seguridad, el que teóricamente autorizó la operación, y prefiriera remarcar que la decisión fuera tomada exclusivamente por el Consejo del Atlántico Norte.
Curioso también que el secretario general se haya atrevido a decir que la operación libia ha sido la de mayor éxito en la historia de la OTAN después de su controvertido comienzo, su desigual desarrollo y su polémico final con la muerte de Gadafi. Pero hay más. Resulta difícil tachar la campaña de éxito de la Alianza cuando sólo nueve de sus 28 miembros se involucraron en ella con más o menos compromiso. Además, dejó en evidencia las limitadas capacidades de los aliados europeos, mostrando en ocasiones una imagen de la OTAN de debilidad en vez de fortaleza. Tuvo que ser Estados Unidos quien sacara a la OTAN del atolladero después de que los europeos trataran de liderar las operaciones de combate sin drones, sin reconocimiento, sin reportaje en vuelo y sin inteligencia.
De nada sirvió que el Consejo Nacional de Transición (CNT) libio pidiera a la OTAN que mantuviera la misión hasta finales de año. La inmediata salida responde en gran medida a motivos puramente económicos. Todos los involucrados han corrido hacia la puerta de salida con el deseo de desprenderse cuanto antes de un importante lastre económico, y ahora más que nunca inmersos como están en una brutal crisis. Reino Unido estima que se ha gastado en Libia entre 160 y 300 millones de libras, Francia más de 300 millones de euros, y Estados Unidos 1.100 millones de dólares sin contar con el dinero gastado por el Departamento de Estado y las agencias de inteligencia. Ahora la austeridad militar manda, aunque nadie haya explicado aún cómo hay que defenderse de aquí en adelante.
El final de la operación deja, además, algunas incógnitas respecto al futuro. Por un lado el levantamiento del embargo de armas, para que el CNT pueda construir su propio arsenal de defensa, no es total. Lo que significa que algunos aliados podrán mantener todavía algunas naves en el Mediterráneo. Otros, como Estados Unidos han anunciado que continuarán supervisando la situación del país desde el cielo. Y en el cuartel general de la OTAN trabajan en encontrar alguna vía para ayudar al CNT, como asistencia en el la reforma del sector de seguridad, no sin reticencias entre los miembros. Pero algo tendrá que continuar haciendo en el futuro si no quieren que les acusen de haber dejado el trabajo a medias.
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