De creer lo que auguran las catas demoscópicas que se van aireando en los periódicos, el 20-N los micronacionalistas de CiU se van a dar de bruces contra la realidad, que a veces puede resultar mucho más dura aún que el suelo. Y es que la aritmética de la desolación que revelan las encuestas anuncia un pequeño cataclismo en sus resultados. Así, contra lo que ordena la fantasía irredentista local, esa papilla identitaria que administra a diario la prensa doméstica a modo de potitos Bledine y sopitas Juliana, parece que, al fin, seremos como Murcia. Igualito, para más inri.
Ni desafección, ni hecho diferencial, ni cisma histórico, ni agravios comparativos, ni giro soberanista, ni referendos de la señorita Pepis, ni expolio fiscal, ni tancament de caixes, ni adéu Espanya, ni niño muerto. Resulta que, a semejanza de lo que ocurre en todas partes, dos partidos de Madrit, el PSC-PSOE y el PP, habrán de aglutinar las voluntades del grueso de los vecinos de la plaza. Por primera vez, pues, se va a producir el sorpasso. En inopinada consecuencia, el secesionismo blando estaría condenado a una muy lacerante tercera posición, tanto en votos como en escaños. Repudio histórico, el que prevén los sondeos, no contra España como tanto gusta propalar la voz mediática de su amo, sino contra el estado de cosas aquí imperante. Y en concreto, contra esa eficacísima máquina de generar frustraciones colectivas que responde por Partido Único Catalanista.
El mismo que, apenas digerido el fiasco estatutario, se aprestó a ingeniar otra quimera, la del concierto económico, para poder seguir lloriqueando a perpetuidad con su tediosa cantinela victimista. Pero los tiempos, ¡ay!, están cambiando. No se olvide al respecto ni tan siquiera la mitad de los catalanes con derecho al voto acudió a las urnas cuando el Estatut. Y ello por la clamorosa razón de que el asunto no le importa una higa a nadie. De ahí que el 64,5% del censo, esto es, la más clamorosa de las mayorías absolutas, jamás concediera ratificar ese cadáver insepulto. Ya pueden ir comenzando a gemir las plañideras de guardia: el Partido Popular luce a punto de caramelo para convertirse en la principal expresión política de la derecha catalana. Cosas veredes, amigo Artur.