Prácticamente nadie pretenderá a estas alturas que nuestros diputados trabajen con máquinas de escribir y se comuniquen sólo por teléfono fijo. Como en muchas otras actividades, los ordenadores, teléfonos móviles y conexiones a internet se han convertido en una herramienta imprescindible que facilita mucho la labor de los miembros del Congreso. Pero todo tiene un límite, o al menos debería tenerlo.
Quienes eran diputados hasta ahora disponían, pagados con dinero público, de un ordenador en su despacho y otro en el escaño, un portátil, conexión a internet en su domicilio –sí, ha leído bien, les pagamos el acceso a la red en su casa– y un móvil de última generación. Quienes salgan elegidos el 20N disfrutarán de los mismos medios pero con alguna mejora digna de reseñar: el portátil será sustituido por un flamante iPad y el teléfono pasará a ser (puesto que son los únicos que cumplen los requisitos que se ha impuesto a sí mismo el Congreso) un iPhone 4 ó 4S.
Vamos a tener unos diputados muy conectados, muy de diseño a lo Steve Jobs y muy caros en cuestiones informáticas y de telefonía. Sus Señorías podrán presumir de estar a la última. Incluso es posible que traten de convencernos de que se trata de algo necesario y positivo para nosotros, sufridos ciudadanos con cuyos impuestos se pagan unos caros juguetitos tecnológicos cuyos destinatarios en muchos casos no sabrán sacar partido.
PSOE y PP se han puesto de acuerdo para aprobar la excesiva y cara dotación informática y telefónica de los próximos miembros del Congreso. Y ninguno de los partidos con posibilidades de obtener escaños ha protestado por el derroche que esto supone. España va a tener unos diputados muy conectados desde el punto de vista tecnolótgco. Sin embargo, estarán totalmente desconectados de la realidad económica del país. ¿Dónde quedó aquello de la austeridad presupuestaria?