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Antonio Robles

La guerra que viene

ETA ha cambiado de estrategia, no de objetivos. Ha cambiado la parabellum por la vía catalanista. O sea, ha abandonado el terrorismo físico, y ha comenzado la guerra educada de la propaganda. Amparados por el terror acumulado durante medio siglo.

Insisto, con tanto ruido, lo evidente puede pasar desapercibido. A saber, ETA ha cambiado de estrategia, no de objetivos. Ha cambiado la parabellum por la vía catalanista. O sea, ha abandonado el terrorismo físico, y ha comenzado la guerra educada de la propaganda. Amparados, eso sí, por el terror acumulado durante medio siglo. Y ya no lo hacen solos, un carrusel de tontos útiles les nutren las trincheras de atrezos para la travesía hacia la insurrección. Sin apercibirse de ello. Tan pronto les han dejado en paz, se han olvidado de su alma asesina para sustituirla por la de guerrilleros románticos reinsertables.

Y es que el Gobierno socialista y el corifeo de recogenueces nacionalistas e izquierdas recicladas, los mismos que claman por desenterrar víctimas muertas del 36 con la misma determinación que ahora quieren enterrar a las víctimas vivas de ETA, están colaborando con el mal pensando que le están dando una salida. Ignoran que el terrorismo no lo han dejado por virtud, sino por necesidad. Ignoran que no son sus concesiones ni la esperanza de abrir las cárceles los que les han animado a dejar las armas, sino el lastre de las pistolas.

Desde el 11-S y el 11-M, la vía del terror había sido desarticulada por el propio terror.

Lo demostró el atentado de la T-4. La violencia ya no daba dividendos. Esa guerra la estaban perdiendo ellos solos. Y lo que es peor, en su insistencia podían hacer perder a la izquierda aberzale que gestionaba sus intereses en las instituciones, la vía política.

Los síntomas de esa derrota se habían dado ya, incluso antes del horror de las torres gemelas y los trenes volados de Atocha, a través de movimientos cívicos como Gesto por la Paz, Foro Ermua, Basta ya, Asociación de Víctimas del Terrorismo y las innumerables valentías anónimas e individuales de cientos de ciudadanos vascos que se enfrentaron al terror.

Estas tres evidencias, el rostro del mal del 11-M, la rebelión cívica y la deslegitimación de la violencia etarra como forma de oponerse al Estado, arruinaron el chantaje terrorista. Esa mercancía ya no vendía, ni mucho ni poco. Los tiempos culminantes de su gloria con la Operación Ogro, hacía tiempo que habían ido a parar al mismo estercolero de la historia de las bravuconadas terroristas de Gadafi o Tiro Fijo.

Por eso resulta especialmente patético contemplar como una pléyade de plañideras se arrastra y compite por adornar los méritos de Otegui o agradar a quienes han decidido perdonarnos la vida. Más allá de la indignidad, están cometiendo un error histórico al permitir a ETA que aparezca ante la sociedad vasca como una organización responsable dispuesta a dialogar, con capacidad para articular una opción política que integre a sus miembros en el juego democrático. En lugar de obligarla a salir de la cloaca del terrorismo con la cabeza gacha y rendida ante el imperio de la ley, le están ayudando a ganar la guerra que viene. Y esa sí será una guerra de verdad entre vascos, y entre vascos y el resto de España.

Inútil que les dé más detalles. Lo obvio siempre es grosero. Aunque quiero compartir con ustedes un lamento. Mientras la izquierda aberzale (váyanse acostumbrando a la terminología) muestran agallas, saben con exactitud lo que quieren y cómo conseguirlo, nuestros hombres de Estado aún dudan de si la defensa de España, es decir, la defensa del imperio de la ley, da o quita votos.

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