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Amando de Miguel

Lógica jurídica y política

Somos los españoles un pueblo de abogados, letrados, leguleyos, rábulas, picapleitos, tinterillos y, sobre todo, aficionados a teñir todo tipo de relaciones de jurisprudencia y latinajos.

Somos los españoles un pueblo de abogados, letrados, leguleyos, rábulas, picapleitos, tinterillos y, sobre todo, aficionados a teñir todo tipo de relaciones de jurisprudencia y latinajos. Un ejemplo, es el abuso coloquial de la expresión "presunción de inocencia". Luis Cáceres argumenta con buen tino que el personal se excede con lo de "presunto ladrón" y otras expresiones análogas, cuando lo correcto es "presunto inocente". Peor, dice don Luis, es cuando se dice "ajuste de cuentas" ante un posible delito; lo que equivale a equiparar la víctima con el delincuente. Añade mi corresponsal que, ante la mala utilización de los fondos públicos, no cabe argüir la presunción de inocencia. Simplemente lo que se exige es que el administrador rinda cuentas de los ingresos y gastos del erario. Estoy de acuerdo por la parte que le toca a él. Añado que la alusión repetida a la presunción de inocencia por parte de los comentaristas no letrados significa que no entremos a criticar a los políticos. Es decir, se trata de una actitud defensiva para evitar un ataque.

Insisto en mi idea (tan escasamente compartida por los comentaristas) sobre la presunción de inocencia. Es un estupendo principio que deben seguir los jueces, fiscales y abogados en un juicio. Pero los que estamos fuera de ese proceso, podemos criticar limpiamente a quien creemos que ha cometida alguna vileza. Es más, concluido el trámite procesal, podemos igualmente manifestar nuestro particular opinión sobre el procesado, los jueces, fiscales y abogados. Es evidente que Pilatos y Caifás fueron unos desalmados y Cristo un inocente. Por lo mismo Hitler fue un criminal de alta graduación, aunque no fuera sometido a un juicio. Bien está no precipitarse al juzgar a nadie, pero por delante de la presunción de inocencia está la libertad de expresión. Claro está, uno puede equivocarse, y en ese caso pide perdón. Pero ni siquiera la sentencia de un juez o equivalente quiere decir que eso es lo justo. Por ejemplo, la decisión del Tribunal Constitucional de legalizar a un partido político constituido por terroristas vascos y sus conmilitones me parece una infamia. En ese caso el delito no es de los terroristas sino de los sedicentes magistrados, casi todos ellos ajenos a la carrera judicial. Por encima de la lógica jurídica (tan encomiable) está la lógica política o la lógica sin más, la del sentido común. Todos lo tenemos en parecida medida, como aseguró Descartes.

Juan Ponce me señala, con razón, que es un error lo que yo decía sobre la imposibilidad lógica de probar la inocencia de un acusado. Rectifico. Quiero decir que es mucho más fácil probar la culpabilidad de alguien que su inocencia, aunque, efectivamente, ambas cosas pueden tener pruebas irrefutables. Me cita don Juan el hermoso principio romano de "in dubio pro reo" (= en caso de duda, mejor no condenar). No me parece tan ecuánime la extensión de ese principio al Derecho Laboral: "in dubio, pro operario". Hoy, con los contratos colectivos y el poder de los sindicatos, el "operario" puede tener menos razón que el empresario, muchas veces pequeño o desasistido.

Lo que me preocupa es la falsa lógica que lleva a aceptar como axiomas argumentos que son opináticos. De esa forma se puede llegar, incluso, al insulto. Por ejemplo, Donatien Martinez-Labegerie me espeta que yo soy "un analfabeto integral" porque no me preocupa nada la suerte del vascuence, "el idioma propio de los vascos". Alto ahí, don Donatien. A mi modo humilde de ver las cosas, los idiomas no son "propios" de los territorios o de las poblaciones sino de las personas individuales. Así pues, el vascuence es tan "propio" de los vascos como el castellano o el francés. Desde luego, los vascos en la Historia han producido mucha más literatura en castellano que en vasco. Don Donatien me acusa inmisericorde de haber sido educado en el Colegio de Santa María de San Sebastián en castellano y con Formación del Espíritu Nacional. Como si yo tuviera la culpa de que los nacionalistas hubieran perdido la guerra civil. Afirma orgulloso don Donatien que ahora los alumnos de mi colegio se educan en vascuence. Albricias. Espero que alguno de ellos llegue a escribir más de un centenar de libros, como yo lo he hecho. En esa vocación escritora me influyó decisivamente los profesores de Literatura y de Formación Política del colegio. Asegura don Donatien que "sigo despreciando el vascuence". ¿Cómo se puede despreciar un idioma? Pocos escritores castellanohablantes habrán publicado tanto sobre la influencia del vascuence y de lo vasco en la vida española. Por ejemplo, escribí hace tiempo un volumen sobre el uso del vascuence en Álava. El estudio fue censurado por los nacionalistas y recibí gruesas amenazas de los terroristas vascos por atreverme a realizar tal investigación. Me habría gustado que en ese momento don Donatien saliera en mi defensa de tan inicua persecución. Por otra parte, el castellano fue un idioma hablado en su origen por los que ya hablaban un vascuence muy latinizado. Que quede claro: no estoy en contra del vascuence (no puedo estarlo) sino de los nacionalistas vascos. Compara don Donatien la recuperación del eusquera con la del hebreo. Hay una pequeña diferencia. El hebreo está en la raíz misma de la civilización occidental. Es una lengua con una antiquísima e influyente literatura. La Biblia por antonomasia es un monumento de la civilización hebrea. Otra cosa, Israel es un país independiente y sus universidades están en el elenco más prestigioso del mundo. Vasconia nunca fue un país independiente aunque, al paso que van las cosas, puede que lo sea. Le costará mucho más tiempo contar con universidades tan punteras como las de Israel. Ya lo siento.

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