El punto de partida es que la gran clasificación social de nuestro tiempo no es entre ricos y pobres, varones y mujeres o blancos y negros. La gran distinción es entre los que leen y los que no leen. En el primer caso, el grupo se refina si es de los que viajan y no digamos si se añade que escriben. Comprendo que la distinción es muy subjetiva e interesada. De esa forma yo me considero de la clase verdaderamente alta, pues leo, escribo y viajo. Espero que a los gobernantes no se les ocurra ponernos un impuesto a los que somos verdaderamente ricos. Ahora se comprenderá el sentido aristocrático que tiene esta seccioncilla de Libertad Digital. Quienes la siguen con gusto son los privilegiados de nuestro tiempo.
Para leer y sobre todo para escribir hay que consultar diccionarios. Ya me he referido a ello. Repito que el mejor diccionario actual es el de Carlos Seco y colaboradores. Ahora acaba de salir de las prensas una verdadera joya: el Nuevo diccionario de dudas y dificultades de la lengua española de Carlos Seco (Espasa). Lo único criticable es la longitud del título. Yo lo habría llamado Palabras. Por lo demás, estamos ante un texto utilísimo, escrito con experticia y gracia. Para manejarlo solo se precisa conocer el orden alfabético. Es algo que hay que saber de memoria, un saber incompatible con las modernas técnicas pedagógicas. Pero recordemos que el "pedagogo" era el esclavo que acompañaba a los niños en su camino a la escuela.
Quizá el lector del libro de Seco eche en falta algunos neologismos y anglicismos usuales, pero en ese caso debe complementar su lectura con el Diccionario de Manuel Alvar. Seco se ha limitado a tratar los términos que presentan alguna dificultad de escritura, bien ortográfica, léxica o de simple conveniencia para hacerse entender. La mayor ventaja de este libro es su liberalidad. En caso de que sean posibles dos versiones de una misma palabra, el autor nos recomienda la más conveniente según la lengua culta habitual. No es una norma jurídica, pues no hay pena. El criterio es el de la elegancia y el de adscribirse al consenso de los escritores y comentaristas. El libro cuenta con un apéndice gramatical que también resulta muy práctico.
Algunas personas se preguntan si no sería mejor que no hubiera normas léxicas, dicho en corto, que cada uno escriba como le pete. Pues no. Eso sería vagancia y dificultad para entendernos. Dije el otro día que la razón es práctica. En la Edad Media no había normas de ortografía porque había muy pocos textos que leer y eran pocas personas las que leían y escribían. No es casualidad que las primeras Gramáticas aparecieran poco después de la difusión de la imprenta. Hoy estamos ante la revolución de la letra impresa. Todos tienen que leer algún texto y muchos son los que se envían mensajes y comentarios a través de las llamadas nuevas tecnologías o redes. Es decir, casi todos llevamos una imprenta con nosotros. Así pues, hoy es más necesaria que nunca la existencia de normas claras para escribir. El libro de Seco cumple perfectamente esa exigencia. Hace 50 años publicó una primera versión, que es casi un clásico como la Gramática de Nebrija. Esta nueva versión es el ápice de una vida dedicada a pulir la lengua común. El hombre ya es académico de la Real. Ahora habría que hacerlo duque de la Palabra. ¿Dónde hay que firmar?