Una nación, una televisión
¿Desde cuándo tevetrés se ha regido por el criterio de la rentabilidad económica? Nunca, la verdad. Decir que nació, creció y se está hundiendo siendo un elemento clave del nacionalismo y del independentismo es un dato objetivo.
¿Desde cuándo tevetrés se ha regido por el criterio de la rentabilidad económica? Nunca, la verdad. Decir que la televisión pública en Cataluña nació, creció y se está hundiendo siendo un elemento clave del nacionalismo y del independentismo, no es una crítica ni una opinión: es un dato objetivo. No lo digo yo; según el portavoz del gobierno de la Generalitat, tevetrés es parte del proceso de construcción nacional de Cataluña.
Por eso, en plena polémica sobre la posibilidad de cierre o venta de las televisiones autonómicas, máxime cuando las autonomías propietarias no pueden pagar medicamentos o tienen que cerrar los "CAP" porque no hay un duro, la directora del ente nacionalista publicó un recordatorio un tanto angustioso, pero muy clarito para el que quisiera entenderlo. Tevetrés existe para reflejar que Cataluña es una nación distinta a España: a través del deporte, del mapa del tiempo, de la música, de los culebrones, de los programas para niños, del uso del lenguaje y hasta de la filantropía. Por eso, la señora directora, habitual confesora de Otegi y de sus amistades, recuerda que la "Corpo" no está para competir con Telecinco. Nuestros designios son otros. Es parte del bien común y recortar en tevetrés es recortar en nacionalismo. Vaya, que una nación necesita una televisión. También tengo que decirles que aunque se mezcle todo, la polémica en Cataluña sobre la viabilidad del ente, de momento, tiene más de reyerta entre clanes que de debate serio, pero que se hable de ello es un paso porque, al fin y al cabo, la gente no hila tan fino. Ya ven, efectos imprevisibles de la crisis.
En el fondo, la cuestión de las televisiones es el reflejo de la forma atravesada en la que se ha desmontado el Estado. Al nacionalismo nunca le ha importado el Estado autonómico. Lo que quieren es un Estado propio. Por eso, el supuesto encaje se ha hecho desde la deslealtad. La cesión de competencias no se ha regido nunca por el criterio de la eficacia o por el del mejor servicio a la gente: ha sido la manera de poner las bases para que llegado el momento Cataluña o el País Vasco tuvieran una apariencia de Estado. Con su policía, su legislación completa sobre todo lo legislable, su Justicia y, claro está, sus televisiones públicas. Y eso se ha copiado en todas las comunidades. Vamos, que la cláusula Camps, no la inventó Camps. Y si en las comunidades con nacionalismo el criterio no era el de la eficacia, en las comunidades sin nacionalismo el criterio fue el de la mera copia; televisiones incluidas. Y ahora no tenemos con qué pagar ni el original ni la copia.
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