En esta larguísima campaña electoral oiremos muchas imbecilidades pero, sin duda alguna, la mayor de todas será pensar que el voto de los ciudadanos, desde ahora hasta el 20-N, se mueve por criterios fundamentados en la actuación de los políticos en la última legislatura, evaluación de alternativas argumentativas a los despropósitos del gobierno de Zapatero y, en fin, sólo los ingenuos dirán que ellos votan de acuerdo con una valoración adecuada de un sistema de ideas vertebrado en torno a programas políticos coherentes. Ojalá fuera así; pero, hoy por hoy, mantener que se vota con la cabeza, con un sistema de ideas, o incluso con una ideología más o menos estructurada, es una necedad.
Por desgracia, y aunque se diga retóricamente que la gente vota de acuerdo a esos programas, más o menos idealizados, todo eso es mentira. Hay tan pocas ideas en la política española, tan destrozado está el tejido político de este país, que aún no conocemos esos grandes programas. Las convenciones del PSOE y el PP han sido básicamente retóricas y formales, en el peor de los sentidos de esos vocablos, al margen de una argumentación más o menos racional basada en datos contrastables. Tan vacías han sido esas reuniones que, como puede comprobarse, no han servido ni para presentar un programa político.
La conclusión de estas dos convenciones no puede ser más sencilla: el sistema "ideológico" ha cedido todo su protagonismo a la mera propaganda. La publicidad y la pedagogía política desaparecen y, en su lugar, sólo queda la agitación y la propaganda. El voto, sencillamente, se ha convertido en un castigo. Nadie medita el voto sino que lo utiliza como arma arrojadiza. En España no sólo se cumple el dictum de los grandes teóricos de la democracia, a saber, que no se vota a favor de nadie sino en contra, es que, además, se eleva a la única categoría viable del comportamiento político. Todo es, pues, propaganda.
Y, hasta ahora, los propagandistas del PSOE están fracasando. La propaganda de este partido es terriblemente mala, vieja y absurda. El PSOE movilizará tres asuntos de aquí al 20-N a los que nadie les augura nada bueno. El primero se refiere, según decía el otro día PRISA, a presentar un balance positivo de Zapatero. Eso es, se pongan como se ponga los loqueros y propagandistas del PSOE, imposible. El segundo es presentar el comunicado de ETA, que se espera para dentro de unos días, como un triunfo de Zapatero. El personal ya no traga con tales mentiras. Y, el tercero, es de cachondeo: creer que exhumar los restos de Franco del Valle de los Caídos les dará muchos votos es como arar en el mar.
La batalla de la propaganda la está perdiendo Rubalcaba. Es lo peor que puede decirse del hombre que hizo de ese instrumento su destino político.