¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI alguien pueda ser condenado a muerte por negarse a que sus hijos sean instruidos en una religión? O a no profesarla él mismo. Importa poco de salida qué religión o por qué se niega el condenado a la imposición. Cualquier sistema de valores impuesto por la fuerza, sea de raíz religiosa o laica, violenta las reglas del respeto a la libertad individual y ofende las más elementales normas democráticas. Pero si además el castigo es la condena a muerte, estamos ante el lado más obscuro de la condición humana y de la intolerancia de una dictadura.
Sólo pensar que un país tal está empeñado en tener armas nucleares, dan escalofríos. Me refiero a Irán, ese polvorín dirigido por el iluminado Mahmud Ahmadineyad, amigo de Hugo Chávez y Muamar Gadafi.
El 12 de octubre de 2009, el pastor evangélico iraní Youcef Nadarkhani fue acusado de apostasía ante un tribunal de Rasht (Irán), que acabó por condenarlo a muerte en septiembre de 2010. El origen de la acusación provenía de un decreto del gobierno iraní que obligaba a todos los alumnos a recibir clases de islam. Nadarkhani se negó a cumplir la imposición y la hizo efectiva sacando a sus dos hijos, Daniel y Joel, de la escuela de Rastht donde estudiaban, alegando que la Constitución iraní reconocía la libertad de culto. Ese mismo día, la policía secreta del régimen de los ayatolas lo detuvo. Desde entonces está encarcelado en espera de ser ahorcado.
En un contexto propio de los tiempos más obscuros de la Inquisición cuando sus tribunales conminaron a Galileo Galilei a retractarse de sus afirmaciones sobre el orden del universo para no condenarlo a la hoguera, los magistrados que juzgaron al pastor evangélico, le exhortaron a "arrepentirse". Según la Shariah (ley islámica), al apóstata sólo se le conceden tres oportunidades de retractarse, tras lo cual, de no hacerlo, puede ser ejecutado por el simple hecho de negarse a abrazar el Islam. Youcef Nadarkhani ya ha agotado la tercera oportunidad sin ceder ante el chantaje.
Y mientras medio mundo se ofende y pide su inmediata liberación, nuestro ejecutivo socialista calla. ¿Es con estos sátrapas con quiénes hemos de construir la Alianza de las Civilizaciones?
Uno no se explica cómo es posible que haya personas con una sensibilidad extrema para comprender, o si quieren, evadirse de enfrentarse abiertamente contra posturas políticas y sentencias religiosas inadmisibles por el mero hecho de provenir de religiones exóticas, y a la vez ser tan lenguaraces contra la religión cristiana que respeta como pocas los derechos humanos.
Como el padre de Daniel y Joel, otros 137 cristianos han sido perseguidos en Irán, la mayoría encarcelados por sus creencias religiosas. Es una vergüenza. No porque sean cristianos, musulmanes o budistas, sino porque son seres humanos perseguidos injustamente.
En Cataluña, el presidente de PxC, Josep Anglada, se manifiesta para alertarnos contra la presencia de los moros. Incluso se atreve a manipular el cabreo de los taurinos repartiendo octavillas en el última día de la Monumental con el lema de "Prohíben los toros... para traernos los moros". En su ignorancia reduce el Islam a "sus" moros. ¿No se da cuenta de que los moros no son culpables por el simple hecho de ser musulmanes, como no son culpables los cristianos en Irán por profesar la creencia en Cristo, sino individuos como él o como Ahmadineyad o como Artur Mas (cada uno a su nivel) por no entender que la escuela está para ayudar a los seres humanos a ser libres y respetuosos, no para marcarlos a fuego en las creencias propias?