Israelstina
El problema de fondo sigue ahí: hoy, como en 1947, todavía los dirigentes palestinos se niegan a aceptar mentalmente lo que es inevitable en la práctica y por derecho, a saber, que Israel cuenta con toda la legitimidad para existir donde está.
Si alguien quisiera entender de verdad por qué no es posible un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, sólo tendría que molestarse en escuchar o leer la transcripción del discurso de Mahamud Abas ante la Asamblea General de la ONU, la semana pasada. Toda una auténtica exposición de la mitología palestina, no sólo irreconciliable con la realidad, sino con cualquier esperanza de futuro.
Para empezar, Abas refirió a Israel como un país ocupante, invasor. Bueno, al fin y al cabo hay mucha gente que también lo piensa. Pero lo malo de las palabras del presidente palestino es que se referían a 63 años de ocupación, esto es, a la creación del Estado de Israel en 1948, no a la supuesta ocupación de Gaza y Cisjordania tras la guerra de 1967. No es baladí: mientras que el resto del mundo habla, en consonancia con las resoluciones de las ONU, de fijar los términos de un compromiso para la retirada israelí de los territorios (ya solo de lo que se decida de Cisjordania, habida cuenta de la salida unilateral de Gaza en 2005), Abas está argumentando no sobre lo que es suelo en manos de la Autoridad Palestina, sino también sobre el territorio que la ONU dejó para Israel. Y eso, por lo que lleva de destrucción del Estado judío, es totalmente inaceptable. No aspira a la paz, sino a la aniquilación de Israel.
En segundo lugar, Abas se explayó con las denuncias de Israel como un régimen de "appartheid". Tal vez porque sólo ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo. Así, mientras que en Israel los ciudadanos de origen árabe cuentan con representación parlamentaria propia y ocupan altos puestos de la administración del estado, oficiales de la Autoridad Palestina, incluido Abas, no se cansan de repetir que en su Estado no tienen cabida los judíos. Claro, eso no es "apartheid", sino limpieza étnica pura y dura. Y a pesar de que hizo mención de los cristianos, la realidad sobre el terreno le acompaña poco. Que se lo digan, por ejemplo, a los católicos de Belén, hostigados por sus acólitos hasta verse reducidos al mínimo.
Y el apoteosis de la orgía de mentiras del líder palestino tuvo su culmen cuando afirmó que "los palestinos solo van armados con su esperanza". Que pregunten a los vecinos de Sderot, por ejemplo, donde han caído ya 300 cohetes en lo que va de año a pesar de la supuesta tregua de Hamas. ¿O es que acaso Abas no considera palestinos a los habitantes de Gaza por el mero hecho de que no acepten su autoridad?
Hubo muchas más "lindezas". Sobre el desarrollo económico, sobre libertades, sobre movimientos... Todas tan distorsionadas y falsas como las anteriores. Tal vez sea por eso que una aplastante mayoría de residentes palestinos en Jerusalén Este quieren un Estado palestino, pero prefieren seguir bajo la autoridad israelí. Porque saben muy bien lo que les espera: menos libertad, menos prosperidad y menos seguridad. Lo dice una encuesta de comienzos de mes realizada por los propios palestinos.
Pero el problema de fondo sigue ahí: hoy, como en 1947, todavía los dirigentes palestinos se niegan a aceptar mentalmente lo que es inevitable en la práctica y por derecho, a saber, que Israel cuenta con toda la legitimidad para existir donde está. Ese es el problema de por qué no ha habido ya un acuerdo de paz. Mientras no lleguen a la ONU con un discurso distinto y acepten la mano tendida de Israel para alcanzar un acuerdo mutuamente satisfactorio, tampoco será posible en el futuro. De seguir a Abas, lo único que cabe esperar es que se nombre presidente de Israelstina. En su mente solo cabe un estado dominado por él y los suyos donde los judíos acepten ser ciudadanos de segunda y en minoría o se marchen al exilio. Ese es el espíritu de su discurso. Porque es lo que les dice a los suyos.
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