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Amando de Miguel

El habla pública actual

Hay algunos políticos que, movidos por su afán pedagógico, repiten la última frase del párrafo. Es un recurso suasorio que distingue mucho a María Dolores de Cospedal y a Javier Arenas.

No la quiero llamar siempre politiqués, por el deje despectivo o irónico que puede tener esa expresión. Hay veces en que la jerga del habla pública actual incorpora términos muy felices o ingeniosos. Pero, por lo general, lo que llama la atención son las manías, modas y muletillas. Son las palabras y las expresiones que se repiten por comodidad, por vagancia e incluso por ignorancia. Recojo todo eso sin ningún orden, más que nada para que los libertarios estén atentos a ese lenguaje. No solo lo utilizan los políticos sino también los periodistas o comentaristas. Si se considera con buen humor, las observaciones que hago no tienen por qué ser lacerantes.

Aquí he hablado varias veces de los latinismos mal empleados. Se podría decir entonces que son latinajos, más propios de Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes. Por ejemplo, está el "de motu propio", que parece latín. Lo correcto es "motu proprio". Más común todavía es el "modus vivendi". No quiere decir nivel de vida, modo de arreglarse uno para ganar dinero o sobrevivir, sino acuerdo entre las dos partes de un conflicto para no dañarse demasiado. Últimamente se oye mucho lo de "casoplón", un curioso aumentativo para indicar una mansión lujosa y quizá con un gusto no muy refinado. Me gusta el neologismo. En cambio, me chirría un poco lo de "poner pies en pared" (algo así como irritarse, protestar). La metáfora me resulta forzada. No sé si procede del vascuence, pero tiene cada vez más aceptación. Puede que se derive de la cultura de la exigencia que nos circunda o nos invade. Todo el mundo parece tener todos los derechos y muy pocas obligaciones. De ahí el extraño éxito de los "indignados", esos señoritos desharrapados que están siempre poniendo los pies en pared. La postura no puede ser más incómoda.

Hay algunos políticos que, movidos por su afán pedagógico, repiten la última frase del párrafo. Es un recurso suasorio que distingue mucho a María Dolores de Cospedal y a Javier Arenas.

Se ha estudiado mucho la invasión del inglés en el español actual. En principio, no me parece mal, si es con la condición de que se trate de palabras o expresiones útiles que no tienen tradición en nuestra lengua. Pero otras veces se trata de mimetismos tontos. Por ejemplo, está la moda de terminar algunas frases con el latiguillo de "es posible". El idioma castellano permite más flexibilidad para colocar los verbos en la frase; no tienen que estar necesariamente en su final. Otra expresión de parecido corte es lo de "podemos hacerlo", que emplea, por ejemplo, Rubalcaba. Creo que es una mala traducción literal del inglés "we can make it", que realmente quiere decir "podemos triunfar" o, mejor, "saldremos adelante". Un anglicismo que me irrita es el "primero de todo". En español basta con decir "primero" o "en primer lugar". Algo parecido sucede con el "punto número uno", que se dice, además, después de haber expuesto el punto de que se trata. Es un ardid que emplean mucho los tertulianos para que no les quiten la palabra. Lo del "punto número dos" resulta ya insufrible.

Como es natural, el diccionario entero está a nuestra disposición para recurrir a la palabra que nos convenga. Pero me quejo de que algunas palabras se ponen de moda en el "politiqués", quizá porque dan un tinte científico al discurso. Algunos ejemplos: ámbito, transversal, mediático, paradigma, sinergia, profundizar. No es más culta la persona que espolvorea sus argumentos con esas palabras pseudotécnicas, muchas veces sin un sentido preciso. Hay veces en las que la muletilla es aparentemente popular, pero, si se repite, estraga. Por ejemplo, "con la que está cayendo", sin que se refiera a los meteoros. En casi todos los casos, lo malo está en la reiteración. El habla en inglés tolera mejor la repetición de palabras o frases, pero en español ese recurso cansa mucho. Téngalo en cuenta los políticos y otros hombres públicos. Aunque ya estoy desengañado. Lo que aquí predico no sirve para que se alteren las costumbres de los feligreses. Me contento con el papel de relator para que los libertarios tengan un rato de expansión, que buena falta hace.

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