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Alberto Acereda

Candidatos republicanos

Hay varios casos en la historia electoral norteamericana que prueban cómo políticos casi ignorados, o desbancados de uno u otro partido por los medios a estas mismas alturas de la campaña, acabaron ganando la nominación.

Vale la pena seguir los debates políticos para las elecciones presidenciales de noviembre de 2012. En este ciclo electoral no parece que vayamos a tener pugna en el lado del Partido Demócrata. Barack Obama será el candidato de su partido y todo apunta a que cambiará de vicepresidente: Hillary Clinton sustituirá a Joe Biden. Sin mejora económica en el horizonte, no creo que esto le sirva de mucho a Obama.

A día de hoy, de haber elecciones presidenciales no tengo duda de que cualquiera de los aspirantes punteros del GOP derrotaría fácilmente a Obama. Pero falta todavía más de un año y, según vaya la economía, los votantes tomarán sus decisiones. Los debates suelen ser buenos indicadores de dónde estamos. El debate de la semana pasada (MSNBC-Politico) en la Biblioteca Presidencial Reagan sirvió de telón para abrir oficialmente la temporada en el GOP. Esta semana, en el importante estado de Florida, vimos de nuevo a los ocho candidatos republicanos debatir ante las cámaras de la CNN. Otra vez, los dos protagonistas fueron Mitt Romney y Rick Perry, adelantados en el apoyo de los votantes, a decir de las encuestas. Pero éstas no son más que fotografías instantáneas y reducidas de un momento y que no siempre reflejan ni el pensar ni la naturaleza de todo el electorado.

Faltan casi cuatro meses para iniciar las elecciones primarias, desde Iowa y New Hampshire a Carolina del Sur y de ahí a otros estados durante la primera mitad del año 2012. Además de los favoritos y la lucha personal entre Perry y Romney, ahí están candidatos como Michele Bachmann, que ha perdido algo de fuelle pero atrae a un sector del Tea Party. Está Ron Paul, con buenas ideas en materia económica pero abucheado –y con razón– este lunes noche por sus posiciones sobre política exterior y, particularmente, sobre el 11-S. Está Herman Cain, con gran gestión como empresario. Está Jon Huntsman, cuyo último debate no le ayudó mucho entre los votantes liberal-conservadores. Está Rick Santorum, un católico de principios. Y está Newt Gingrich, que a mi juicio es el mejor candidato, lo que no significa que vaya a ganar.

Desde mis años en Georgia, estado al que Gingrich representó como congresista en Washington, he seguido con interés su carrera política. Aunque los medios lo descartan como el candidato final del GOP, si uno mira con detalle los debates se observa que tiene ideas muy claras y la experiencia necesaria para derrotar a Obama y buscar encauzar el país. Gingrich ganó, a juicio de algunos analistas, los dos debates en estas dos últimas semanas, además de otro foro presidencial en Carolina del Sur. Si por aplausos fuera, Gingrich iría el primero en las encuestas. Está ya tercero y no deberían darle por muerto porque la carrera es larga.

Hay varios casos en la historia electoral norteamericana que prueban cómo políticos casi ignorados, o desbancados de uno u otro partido por los medios a estas mismas alturas de la campaña, acabaron ganando la nominación. En 1972 nadie daba un duro por George McGovern y éste acabó obteniendo la candidatura por el Partido Demócrata. Lo mismo pasó en 1976 con Jimmy Carter, que terminó siendo el candidato demócrata y ganó la presidencia. Igual ocurrió con Bill Clinton en 1992 y también con John Kerry en 2004, aunque luego perdiera las presidenciales. En el bando republicano, hace cuatro años John McCain no era considerado el favorito dentro del GOP pero acabó ganando la nominación. A falta de varias semanas para empezar a aclarar todo esto, lo mejor es seguir atentos a cada candidato. Cualquier de ellos, quede claro, será siempre mejor que lo que ahora hay en la Casa Blanca.

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