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Daniel Rodríguez Herrera

Los ladrones

Los de la SGAE eran unos piratas de tomo y lomo. Y de la peor especie.

Al bueno de Julio Alonso lo han machacado en los tribunales por haber informado en su blog de que si buscabas "ladrones" en Google te salía como primer resultado la web de la SGAE. Ni siquiera faltaba al honor de tan honorable institución calificándola él mismo de ladrona, pero ya se sabe lo que pasa con ciertos jueces en España, que se pasan la ley por el forro de sus caprichos, especialmente si una de las partes es de los buenos.

El caso es que además de las muchas razones que ahora podemos tener para calificarles de ladrones, hay una especialmente divertida, por llamarlo de alguna manera. Y es que, utilizando la expresión que sus gerifaltes han utilizado con gran éxito de crítica, aunque no de público, los de la SGAE eran unos piratas de tomo y lomo. Y de la peor especie.

Tanto la ley como el sentido común diferencian entre dos formas de copiar un contenido protegido por derechos de autor. La más habitual, la que no está en el código penal, es cuando coge usted un CD del vecino y se hace una copia, o se descarga una película de internet. No tiene más objetivo que disfrutarla, o sufrirla si es española. Cosa distinta es que coja usted y la ponga en internet pidiendo un dinero a quienes se la quieran bajar. Incluso a quienes más dudas tenemos acerca de la justicia y utilidad del concepto de propiedad intelectual nos chirría que alguien gane dinero a costa de la labor de un tercero. Aunque el tercero sea uno de la ceja.

Pues bien, resulta que la SGAE tenía un servicio de descarga de pago de contenidos, y que dicho servicio, como si fuera una administración pública cualquiera, no pagaba a sus proovedores. Como si fuera un Pelisyonkis cualquiera, vamos. El dinero del canon digital y de las licencias que pagan las peluquerías de barrio para poder enchufar la radio se empleaba para evitar que quebrara la filial SDAE, la cual a su vez pagaba religiosamente a Microgénesis para que gestionara La Central Digital. Pero la cadena se paraba ahí. Microgénesis no pagaba.

¿Qué hacía con el dinero? ¿Dárselo al bueno de Iñaki Urdangarín? Pues no, ni siquiera se usaba para mejorar la delicada situación de la familia real. Básicamente se lo llevaba crudo el amigo de Teddy Bautista que dirigía el cotarro.

Pero los malos, no lo duden, son Julio Alonso y otras decenas de periodistas y publicaciones, en internet y fuera de ella, que a lo largo de los años han sido denunciados por la SGAE. La Asociación de Internautas, sin ir más lejos, está en peligro de desaparecer por una denuncia de esta buena gente. Y eso que lo que deben pagar no es más que una fracción insignificante de lo que se robó en la SGAE. Pero es que ellos no cobran canon.

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