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Problemas y provocaciones

El que Turquía haya elegido este momento para endurecer posiciones con respecto a Israel cuestiona su papel como aliado de Occidente.

El que Turquía elija un momento problemático desde el punto de vista de su seguridad interior y exterior para decidir tensar sus relaciones con Israel, es una apuesta muy arriesgada que confirma los peores temores sobre la deriva de la política exterior y de seguridad de este Estado. Como miembro de la OTAN, es guardián de nuestra puerta hacia Oriente Próximo y Oriente Medio. Y debiera estar estable y bien guardada.

Una de las manifestaciones más evidentes de los problemas de Turquía en términos de seguridad es visible con la ofensiva terrorista del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) que ha costado la vida en dos meses a más de medio centenar de militares y policías turcos. Turquía ha reaccionado con la habitual contundencia, lanzando ataques al santuario iraquí del PKK entre el 17 y el 28 de agosto, que habrían ocasionado -según fuentes turcas- aproximadamente 160 bajas al PKK.

El PKK había anunciado en febrero la ruptura de una tregua que había durado seis meses. Así que los atentados y secuestros se han sucedido a lo largo del verano. Aquí destacan la emboscada que el 14 de julio provocaba la muerte a trece militares en la provincia de Diyarbakir, el peor ataque terrorista del PKK desde 2008. Otro ataque con bomba, el 17 de agosto, mataba a otros nueve militares en Hakkari. Las represalias turcas se concentraron en los montes Qandil y Zap, el santuario del PKK en suelo iraquí.

Irak e Irán tienen problemas con el santuario terrorista kurdo en suelo iraquí, y ambos toman periódicamente represalias con cazas y artillería. Las represalias turcas de ahora son las primeras realizadas en un año, y ponen en evidencia las complejidades de esta frontera suroriental de la OTAN. Turquía tiene además unos 1.300 soldados desplegados en puestos de observación en suelo iraquí. El hecho de que el líder actual del PKK, Murat Karaliyan, haya prometido represalias tras estos ataques turcos anuncia un calentamiento de la región en el corto plazo.

A este problema en términos de vecindad con Irak, Turquía añade desde hace algunos meses la creciente crisis con Siria, con cuyo régimen, otrora aliado, hoy crece la tensión ante las críticas de Erdogan a la represión de las revueltas en su vecino. Miles de refugiados sirios atestiguan además que la vecindad también está cargada de desafíos en este caso. A ello se añade el empeoramiento de la situación en Oriente Próximo y Oriente Medio: en Líbano, con la presión creciente contra Hizbollah por el asesinato de Rafik Hariri; en Egipto con el auge terrorista en conexión con su vecindad con Israel y con la franja de Gaza; y en Irán, al constatar la Organización Internacional para la Energía Atómica (OIEA) algo que también pone en evidencia a la misma Turquía de Erdogan que hace algún tiempo apostaba por el régimen de los Ayatollahs en este ámbito.

El que Turquía haya elegido este momento para endurecer posiciones con respecto a Israel cuestiona su papel como aliado. No sólo tensiona la frontera de la OTAN, sino que lo hace arremetiendo contra uno de los países pertenecientes al selecto club de las democracias occidentales, al que pertenece con más derecho que la turca república.

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