Da vergüenza ajena, y nunca mejor dicho lo de ajena, ver al PSOE mendigar, suplicar, implorar, el apoyo de CiU a la reforma constitucional de Zapatero. Después de haber prometido respaldar la reforma estatutaria que saliera del Parlament, después de haberse dejado tantos pelos en la gatera para sacar el bodrio estatutario adelante, después de haberse saltado a la torera varios artículos constitucionales y haber obligado a hacer casi lo mismo a "sus" magistrados del Constitucional, van los de CiU, los dejan en la estacada y dicen que no votarán una reforma que no reconozca la autonomía presupuestaria de Cataluña. Una autonomía, que hoy por hoy no tienen reconocida, dicho sea de paso.
Los socialistas están como esos pretendientes pesados a los que no basta decir que no, sino que necesitan un rosario de humillaciones para convencerse de que la chica, en este caso nacionalista catalana, no quiere saber nada de ellos ahora que no hay chequera de la que tirar. ¿Y por qué han de empeñarse los socialistas en tener un apoyo que no es que no sea necesario, sino que es a todas luces irrelevante? ¿Qué de bueno pueden obtener de un respaldo cuya falta tiene como beatífica consecuencia el que muchos españoles crean ahora en la bondad de la reforma? ¿A qué esforzarse de un modo tan patético?
La respuesta es bien sencilla. Llevan años menospreciando al PP, tachándolo de derechona franquista, acusándolo de cavernícola, buscando el modo de marginarlo, de alejarlo del poder para siempre, de convertirlo en la eterna oposición sólo merecedora de existir para justificar el que ellos ostenten el poder per saecula saecolorum. Y ahora resulta que son indispensables para hacer la reforma constitucional que a regañadientes no tienen más remedio que hacer. Y lo de ser indispensables, tendría un pase. Lo que no pueden aguantar es que sean los únicos dispuestos a apoyarles. Y lo que es más insufrible, sin pedir nada a cambio. Y encima es una reforma que los populares ya pidieron llevar a cabo y los socialistas se negaron a hacerlo. Y para colmo, resulta que ya un día lo advirtió Rajoy, que llegaría el día en que las cosas se pondrían feas y que entonces, como así finalmente ha ocurrido, con los únicos con quiénes podría contar Zapatero serían los diputados del Grupo Popular.
¿Es esto soportable? ¿Pueden unos dirigentes políticos, por muy cínicos que sean, tragar tantos sapos en un sólo día? Quia, no pueden. Por eso necesitan desesperadamente a CiU. Para aparentar que no está ocurriendo lo que en verdad está sucediendo, que lo han hecho tan estrepitosamente mal, que no les queda más remedio, sin poder siquiera esperar a las próximas elecciones, que hacer parte de lo que el PP viene diciendo que hay que hacer. Si al menos Duran i Lleida se aviniera a razones y decidiera siquiera abstenerse... Hay que ver lo cruel que es la política. En especial, con los tontos y los inútiles.