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Emilio Campmany

Spanien, länder de segunda

Tiene gracia ver cómo nuestra soberanía se escapa por el desagüe de la crisis debido a los problemas de nuestra deuda soberana, que ya se ve que ni es soberana ni es nada.

En plena canícula agosteña, va Angela Merkel y ordena y manda que los españoles, sin excusa ni pretexto, modifiquemos echando virutas nuestra Constitución para establecer un límite al déficit tal y como Alemania ha hecho en la suya. Y eso, para anteayer. Y nuestro presidente de Gobierno, a quien no le preocupa ni la dignidad de los españoles ni la suya propia, va corriendo, dándose con los talones en el trasero, a obedecer como un servil lacayo y nos obliga al resto a hacer lo mismo. ¿Será verdad que España va a reformar su Constitución en dos semanas porque así lo ha ordenado la canciller alemana? Pues sí, es verdad.

Ningún partido político ha puesto un pero a que la reforma propuesta, con independencia de la bondad de la norma, tenga que ser adoptada aprisa y corriendo porque nos lo ordena una potencia extranjera. El PP está encantado de que sea Zapatero quien arrostre el desgaste de hacer una cosa que Rajoy hace un año que propuso. Los nacionalistas se quejan, pero no de que estemos a órdenes de Merkel, sino de que el límite pueda afectar a las Comunidades Autónomas que gobiernan o que aspiran a gobernar porque a ellos les chifla gastar lo que no tienen. Buena parte del PSOE e IU, junto con los sindicatos, se oponen a la reforma porque no les gusta que se limite el derecho al despilfarro no vaya a ser que el Gobierno de turno se vea obligado a cortarles las subvenciones a la marabunta de progres que chupan del presupuesto de una u otra forma. El caso es que aquí nadie se queja de lo obvio, que hemos dejado de ser un país independiente.

Tiene gracia ver cómo nuestra soberanía se escapa por el desagüe de la crisis debido a los problemas de nuestra deuda soberana, que ya se ve que ni es soberana ni es nada. Hemos dejado de ser ciudadanos españoles para pasar a ser alemanes de segunda, sin derecho ni a voz ni a voto, a cambio de poder seguir tomándonos las cervezas, pero renunciando a las raciones de gambas. Y unos están tan contentos de que al menos hayamos salvado las cervezas y otros se quejan de que haya que olvidarse de las gambas, que están tan ricas. Y nadie manifiesta la necesidad de prescindir de unas y de otras y pagar nuestras facturas y, con ello, conservar el derecho a ser soberanos en nuestro país.

Y Rubalcaba, mientras, está a ver cómo engaña a la Merkel y propone modificar la Constitución, sí, pero dejando que el límite del gasto lo concrete una Ley Orgánica, que cualquier Gobierno que quiera saltárselo podrá modificar con mayoría absoluta. Rubalcaba debe creerse que puede engañar a los alemanes con la facilidad con la que emboba a sus compañeros. Es que Freddy es muy listo, pensarán los muy ciruelos.

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