No creo que a éstas alturas a Sor Teresita se le plantee ninguna duda existencial al mirar por la ventanilla del automóvil. Seguro que no vería nada más interesante que Dios, al que ella debe conocer muy bien.
No creo que a éstas alturas a Sor Teresita se le plantee ninguna duda existencial al mirar por la ventanilla del automóvil. Seguro que no vería nada más interesante que Dios, al que ella debe conocer muy bien.
No soy creyente, pero si religioso, esto es, algo más que sensible; por eso me ha emocionado el artículo de Gina sobre Sor Teresita.
De entrada, quizás ya lo menos importante por tan "pasado por agua", por el agua del tiempo: que los padres encerrasen en clausura privaba de valor a la misma.
Pero el origen de un hecho no es todo el hecho, ni su prolongación en el tiempo, ni su evolución y ramificaciones.
Lo más importante: el misterio en el que resta la vida de Teresita, el tremendo hondón de una vida secreta, adentrada, intronizada en la soledad sin pareja, sin hijos, sin mundo ni excitación de ningún tipo.
La pregunta final: ¿hasta donde el dogma habrá condicionado -como el padre origen de la clausura- esa vida mística? En positivo: el dogma no ha podido empañar la aventura tremenda de Sor Teresita, seguro que su experiencia va más allá de patriarcalismo, imágenes, rosarios, horarios y disciplina de la orden. Quiero creerlo así. La sensibilidad de Gina me lo ha sugerido. Sin duda.
Ernesto.