Ya está en marcha la Jornada Mundial de la Juventud. Los organizadores calculan que alrededor de un millón de jóvenes se congregarán en torno al Santo Padre. En esta ocasión no hay que entrar en polémica sobre las cifras de asistentes, no importa. Simultáneamente, un grupo de infelices y disconformes se manifestarán contra la visita del Papa a Madrid. Allá ellos: siempre es más fácil, y más mezquino, criticar que proponer. Durante los pasados días, miles de peregrinos llegados a España de los más diversos lugares han compartido con nosotros su alegría. Por ejemplo, la diócesis de Valencia ha acogido más de diez mil durante cinco días. En este tiempo sólo ha resaltado de su presencia el civismo, la alegría y la amabilidad. Su estancia en Valencia no ha costado ni un euro a las arcas públicas. En este caso, el trabajo de Óscar Benavent, delegado de Juventud del Arzobispado, y los centenares de voluntarios que gratuitamente han destinado una parte de sus vacaciones a este evento, lo han hecho posible.
Ahora llegamos a Madrid. La prensa progre ya ha calificado el acto como un complot de agitación católica. Hay que ser burro para no darse cuenta de que este encuentro de la juventud con Benedicto XVI supone una gran manifestación de libertad. Sí, de libertad. La mayoría de los progres tiene una idea errónea de lo que la libertad significa. Veamos, si me apetece algo y lo hago porque me apetece, sólo estoy actuando siguiendo una pulsión. Actúo del mismo modo que lo hace un animal siguiendo un instinto. El hombre es libre en la medida que es capaz de elegir entre distintas opciones según un criterio racional, no de apetencia. Así, cuando alguien asume un compromiso, que implica que le vinculará más allá de la apetencia, es más libre que quien no lo hace, simplemente porque es más racional. Cuando adoptamos una decisión racional negadora del instinto, nos hacemos más personas y nos alejamos más de los animales. Esto es muy fácil de entender y muy difícil de asumir.
Millares de jóvenes van a decirle al Papa que cuente con ellos, que todo en el mundo no es dinero y carne, que hay valores superiores asumibles por la razón que superan la barrera del instinto. No es que estos jóvenes no tengan las mismas pulsiones que el resto, la diferencia está en la asunción racional de la norma moral superadora de la tiranía del instinto. Por eso la JMJ es entre otras muchas cosas una manifestación de libertad, y por eso, si Dios quiere estaré en Madrid acompañando a todos estos jóvenes en su testimonio de amor a la libertad.