Refrito, sobre Quevedo, acerca del maestro mareador de perdices:
Huye sin percibirse, lenta, la jefatura,
y la hora ya escrita y publicada
con alboroto se acerca, y, desgraciada,
se lleva tras sí mi prefectura.
Mi vida nueva, que antes ardía,
militante de base embobado,
en el postrer invierno sepultado,
yacerá entre negra sombra y nieve fría.
No sentí resbalar, mudos, los años;
hoy los lloro pasados, y los veo
riendo de mis lágrimas y daños.
Mi penitencia se debe a mi carrera,
pues son mi vida mis engaños,
y estoy en el mal que paso, y no lo creo
Todo se pega, menos la hermosura:
Que por mayo era, o agosto,
cuando hace la calor,
cuando esos indignados,
van servir a su señor,
el que paga sus mesnadas
el que compra su afeción,
el que promete sus fueros
a tanto tonto faltón,
para dexarnos sin calle,
sin suelo, tienda, sin sol,
sin papa, sin rey nin roque
¡déle Dios mal galardón!
Añado dos versos al final:
porque también se merece
vacaciones Katakrok).
Y quitó "chorreón" y pongo "aluvión" que queda mejor.
Miradlo por do viene
el clérigo rimador,
en la su mano siniestra
-ya que es adicto al alcohol-
una bota de vinazo
(pues se va de botellón),
vinazo no de botella
(esposa del anterior
presidente del gobierno)
mas de sucio garrafón
o quizás de tetra-bric,
que en castellano es cartón
(¿de qué marca?, pues supongo
que consume Don Simón);
y en la su mano derecha
lleva agarrado a un putón
pues al menos Fray Josepho
no peca de mari...
lo mismo que aquel marqués
de Bradomín de Ramón
María del Valle-Inclán
que dos cosas no entendió
en su vida: una, el amor
entre maromos, y dos,
la horrísona dizque música
de ese maldito teutón
llamado Ricardo Wagner
(cada ópera un tostón);
es, como veis, un vicioso
este secuaz no de Dios
sino más bien del Maligno,
el Grandísimo Cabr...
Además es un cobarde
cual muestra la ocultación
de su faz tras unas gafas,
tras unas gafas de sol,
y bajo una caperuza,
capirote, capuchón,
capuz -o como se llame-
color mierda (o sea, marrón,
que aunque es un color sin gracia,
una birria de color,
lo prefiere Fray Josepho
al rojelio o bermellón).
Pararé de mis insultos,
fraile impío, el chorreón
mas sólo si te sometes
a esta sola condición:
que enseñes al fin tu cara
liberado del temor
por el que la ocultas siempre:
puede que cause el amor
de las miles de lectoras
de esta tu columna o blog
(pues tenéis una columna
sois un estilita vos
y además un estilista
de la poesía de humor)
o tal vez salgan corriendo
al verla si es un horror:
¿a quien te pareces más?
¿a George Clooney, el bello actor,
o a la María Antonia Iglesias
-al verla en televisión
a la hora de la cena
una noche un servidor
comenzó a sentir arcadas
y finalmente potó-?
Muestrános al fin tu rostro
y que provoque el furor
uterino de millones
de chicas y la pasión
de Zerolo si es hermoso
o repugnancia y terror
si eres de la De la Vogue
una fiel imitación
o del progresista Roures
una copia, calco o clon.
Me estoy alargando mucho,
así que te digo adiós,
Fray Josepho, y me despido
otrosí de tu afición.
(Fray, la semana que viene
no asistiré a tu lección
pues estaré por Asturias
lejos de mi ordenador).
¡Coño, con un par!
He tardado qunce minutos en poder escribir estas palabras. Me estaba partiendo literalmente de risa. Mi novia se ha acercado a ver que pasaba... y ha sido peor. Tengo a la pobrecita detrás de mí, sin poder hablar y atravesada de espasmos. Si llegamos a llevar dentadura postiza nos la tragamos. ¡Un poco de cuidado, caramba!
Efectivamente, "marirajao" cada vez recuerda más a la zarzuela El Rey que Rabió (...el perro está rabioso... o no lo está).
Y ya que trae hoy aquí a esta gente PePuda, permítame Vuestra Reverencia elevar una oración (lamentación) al Altísimo.
Señor que estás en los cielos
y nos habrás de juzgar:
es que se erizan los pelos
solo de ver a estos lelos;
¡con qué bueyes hay que arar!.
Halsey
Admirado poeta: No encontrará usted entre los incontables sonetos de Quevedo uno solo en que alterne alejandrinos con endecasílabos. Y,menos, con versos con las sílabas mal contadas.
Si lo tiene a bien le transcribiré resumido un poema de Cavafis.
"El joven poeta Eumeno se quejaba un día ante Teócrito... de lo poco que había obtenido durante dos años de esforzado trabajo, percatándose de lo difícil que era el camino que había emprendido.
Teócrito le respondió que esas quejas no eran apropiadas, e incluso resultaban blasfemas, porque empezar a escribir versos , no era nada desdeñable, sino algo extraordinario de lo que debía estar orgulloso, pues entrar en ágora de los verdaderos poetas y ser considerado por ellos como un igual constituye una gran victoria.
Así que amigo Halsey no olvide los consejos de Teócrito. Trabaje sin tregua, y relea a Quevedo.