El origen del octosílabo, valga el tópico, se pierde en la noche de los tiempos. Dicen que es el metro que se adapta más a la índole del idioma español, cuyos grupos fónicos (es decir, los fragmentos de habla pronunciados entre pausas) suelen tender de manera natural a las ocho sílabas. Ya aparecen octosílabos en las más antiguas muestras de poesía en lengua romance peninsular, las jarchas mozárabes. Además, gran parte de los versos del Cantar de Mío Cid tienen hemistiquios octosílabos. Y también abunda este verso en las viejas manifestaciones de la lírica medieval. Asimismo, muchos refranes están formados por pareados octosílabos. Y, por supuesto, el octosílabo asonantado es el verso de los romances. El romancero viejo, de tradición oral, es un tesoro literario sin parangón en Europa.
Hasta la LOGSE, era raro el español que no conservaba en su memoria algún romance entero, o al menos un trozo. Pero el ejemplo que voy a ponerles de romance viejo no lo conocerán ustedes, porque figuraba en unos pliegos sueltos que muy recientemente han sido hallados, entre otros vetustos documentos y facturas, en los sótanos del ayuntamiento de una ciudad española cuyo nombre me callaré, para proteger al edil que me lo ha hecho llegar.
Helo, helo, por do viene
el buen Mariano Raxoy,
con los homes e mugieres
que sus escuderos son.
Todos eran fijosdalgo
e fijodalgas de pro.
Todos le facen pelota
e todos le dan xabón.
E todos, por el verano,
visten ropajes de sport,
e ponen anchas sonrisas
cual les manda el assesor.
Viérades allí a Soraya,
la de la aflautada voz,
que aunque lleva nombre moro,
es cristiana de nación.
Viérades a doña Cospe,
la que Toledo ganó,
e cuia fría mirada
a todos pone pavor.
Viérades allí al garrido
Esteban González Pons,
de mesuradas palabras
e de atezada color.
Viérades allí a Montoro,
sesudo administrador
de dineros e faciendas,
más sabio que Salomón.
E viérades a Ana Mato,
la del pelo de cartón,
que fabla tan comedida
por non cometer error.
Viérades allí a Moragas,
famoso lisonjeador,
que non s’aparta ni un palmo
del líder que lo nombró.
Viérades los pelos crespos
de Alberto Ruiz-Gallardón,
que en Magerit, essa villa,
se assienta de regidor,
e guarda en su turbio pecho
la más dañosa ambición.
Viérades también a Arenas,
adalid de gran tesón,
que quiere tomar Sevilla
e ofrecella a su señor.
Non viérades entre ellos
al pastelero mayor,
a Pedro Arriola, que en casa,
como siempre, se quedó.
Viérades a Villalobos,
la esposa del anterior,
que suelta bellaquerías
sin mudalle la color.
Viérades allí al gallego
Alberto Núñez Feixoo,
que ni diz mala palabra
ni faz una buena acción.
Viérades también a Trillo,
solapado muñidor,
cuios muy grandes pecados
los sabe su confesor.
Viérades a Nacho Uriarte,
el más fiero adulador,
maguer que de su caletre
nunca una idea salió.
Viérades a otro escudero,
que casi cuenta por dos:
Pío García-Escudero,
valga la reiteración.
E viérades a Lassalle,
e también a Ana Pastor,
e, por detrás, a otros muchos
de que non faré mención.
Todos miraban al líder;
todos catan al señor.
E allí fablara Mariano,
desta manera fabló:
"Llegados aquí, vassallos,
que non vos falte el valor.
Aína conquistar hemos
el mando de la nación.
Non metades ya la pata,
non cometades error,
non hayades un descuido,
non dedes un resbalón,
ca el enemigo es taimado
e s’ensañará feroz.
E cuando ya a la conquista
le pongamos colofón,
barrunto que comer hemos
un monumental marrón."
Mesose Raxoy las barbas
e, mirando en derredor,
dixo que si alguien quería
preguntar cualquier quistión.
Catábanse unos a otros
con no poca turbación,
sin osar decir palabra,
fasta que al final largó
un otro que non les dixe
en la previa relación:
un curtido gentilhombre
llamado Jaime Mayor:
"E cuando, con la victoria,
hayamos gobernación,
¿qué decretos e medidas
faremos a la sazón?"
Infló Raxoy los mofletes
e deste modo fabló:
"Faremos, sin dubda alguna,
lo que podamos. O non."
Aparte de los romances viejos, anónimos, también muchos poetas consagrados escribieron sus romances. Son los "romances nuevos", más elaborados y "artísticos", pero que suelen conservar el regusto de los romances tradicionales. Hay maravillosos ejemplos de Quevedo, de Lope, de Góngora, de Zorrilla, de Antonio Machado, de Lorca... y de tantos otros.
Normalmente los octosílabos del romance son polirrítmicos, es decir, que los acentos no tienen por qué distribuirse regularmente en las sílabas, excepto en la 7ª, cuyo acento siempre es obligatorio. Aunque también hay otras composiciones y otras estrofas en las que el octosílabo sí se sujeta a un ritmo acentual determinado. Pero eso lo dejaremos para la semana que viene.