Una banda desorganizada pero resuelta de furiosos se ha dedicado a quemar coches y edificios y a asaltar tiendas para llevarse de todo. Son exigentes. Prefieren artículos pequeños y caros. Nada de cambiar el mundo, quieren robarlo. Desde nuestra izquierda se dice que son pobres con Blackberry e Iphone, lo cual no deja de ser curioso. ¿Qué será un pobre para ellos?
En Los Ángeles, en 1992, los negros se lanzaron contra los negocios de los asiáticos, que llevaban en EEUU 50 años y habían progresado rápidamente. No les dio tiempo a sucumbir a la dulce sedación que proveen las subvenciones y se labraron su futuro por sí mismos. De ahí la rabia desatada contra ellos, en nombre de Rodney King. Los furiosos londinenses no tienen un perfil racial marcado ni han discriminado las tiendas que han asaltado más que por sus propios gustos. Estos furiosos, como los nuestros, habrían evitado solazarse en su criminalidad si contaran simplemente con dos elementos: distinguir el bien del mal y tener un propósito en la vida. Pero éstos parecen haber quedado ahogados en un océano de abandono e indiferencia, de desempleo paliado con ayudas públicas.
Cameron ha encontrado la solución en que la Policía se ponga seria y haga su trabajo. Si lo hubiera hecho investigando la muerte de Mark Duggan, en una operación contra la posesión de armas de fuego, a lo mejor los furiosos se habrían calmado jugando a la Play y no robándolas. O si la Policía hubiese cortado la violencia cuando comenzó no habría llegado tan lejos. Una sociedad desarmada es una sociedad violenta, como ha vuelto a demostrarse estos días en Gran Bretaña. El Estado se ha quedado con el monopolio de la fuerza, y con el de la incompetencia.
En Inglaterra se confió la defensa de la sociedad, durante siglos, a las milicias. No eran más que los propios ciudadanos armados y organizados en sus comunidades locales. Desconfiaban de los Ejércitos permanentes porque no los necesitaban y porque los veían como una amenaza. Ahora salen a las calles con escobas, para limpiarlas y restaurar su aspecto. Está bien. "Son lo mejor de los británicos", ha dicho Cameron. Al menos una parte de aquella sociedad está dispuesta a poner de su parte para que prevalezca la civilidad. Debiéramos seguir su ejemplo.