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Emilio Campmany

Mal de altura

Bono cree que ha llegado la hora de que la nación se le entregue y la nación sin enterarse.

Les pasa a nuestros políticos con éxito que, con el tiempo y a poco que tengan aduladores suficientes, y suelen tenerlos, se creen grandes estadistas. Desde la Transición les ha pasado a casi todos. Adolfo Suárez pasa por ser, con la ayuda indispensable del rey, el gran político que dibujó la transformación de un régimen dictatorial en otro democrático. Mentira. Quien diseñó ese viaje en el que todos nos embarcamos fue Torcuato Fernández-Miranda. Es verdad que aquéllos le pusieron cara al proyecto, pero la verdad es que no hicieron más que eso, poner la cara y seguir los pasos que el papel de don Torcuato decía que había que seguir. Cuando el papel se acabó y ya no hubo instrucciones a qué atenerse, el tren por poco descarrila.

De Felipe González, dice Luis María Anson que es el más importante estadista español del siglo XX. Es verdad que es una centuria en la que no hay mucha competencia, pero decir tal cosa de aquel charlatán cuyo único proyecto político era hacer de España el México europeo y de su PSOE el PRI español se figura un pelín exagerado. Sea como fuere, González se lo cree y va por ahí perorando y pontificando sobre lo divino y lo humano con una petulancia realmente insoportable. Quien quiera saber quién se cree Felipe González que es, que se lea El futuro no es lo que era, escrito al alimón con Juan Luis Cebrián, otro que tal baila.

A Zapatero podría haberle pasado lo mismo, si no fuera porque el desastre de su gestión es tan elefantiásico y ciclópeo que ni siquiera su miopía puede dejar de percibirlo. Con todo, démosle un tiempo y acabaremos viéndole explicar a los jóvenes izquierdistas con campanudas palabras cómo se ahoga la libertad en el siglo XXI.

De todos ellos, que hay muchos, el más castizo, el más cañí y el más racial es José Bono. Esa especie de entrevista que le hace en su última sábana Pedro Jota lo demuestra. Bono cree que ha llegado la hora de que la nación se le entregue y la nación sin enterarse. Pues habrá que explicárselo, pensará él. Y en eso está el periodista. Lo mejor llega cuando le enseña a Ramírez dos carpetas, una con las fichas de los falangistas de los años cuarenta en Salobre y otra con la de los socialistas durante la República en la misma localidad. Y ¡uy sorpresa! Son los mismos. Resulta que Bono se da cuenta ahora que España está atestada de chaqueteros. Y el haberlo descubierto, además del hecho de ser él, que es socialista, hijo del falangista que gobernó su pueblo durante el franquismo, parece que ha de otorgarle una autoridad especial para presidir un Gobierno de coalición PP-PSOE y levantar, le ha faltado decir, "la España grande y libre que soñaba José Antonio y la justa e igualitaria que hubiera querido Besteiro". Jesús, qué cruz.

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